1. LA PSICOLOGÍA SOCIAL.
2. LOS GRUPOS SOCIALES Y SUS CLASES.
3. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN.
4. COGNICIÓN SOCIAL.
4.1. PERCEPCIÓN DE LOS OTROS
4.2. PERCEPCIÓN DE UNO MISMO: AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA.
5. TEORÍAS DE LA ATRIBUCIÓN
5.1. FRITZ HEIDER
5.2. HAROLD KELLEY
6. LAS ACTITUDES
7. PROCESOS GRUPALES
8. PSICOLOGÍA DE MASAS
9. HABILIDADES SOCIALES.
1. LA PSICOLOGÍA SOCIAL
El ser humano, como animal gregario, desde el mismo momento de su nacimiento forma parte de una sociedad cuyo núcleo es la familia, y esta, a su vez, se integra en otras muchas sociedades, tales como su pueblo o ciudad, su comunidad autónoma o su país.
De hecho, podríamos decir que casi ninguna rama de la psicología tendría sentido si no considerásemos nuestro aspecto social, es decir, si no tuviese en cuenta la relación del individuo con la sociedad que le rodea. Por este motivo, es tan importante la psicología social.
La psicología social es una ciencia muy reciente, ya que, aunque el primer experimento de psicología social fue realizado a finales del siglo XIX, los primeros estudios se deben a Floyd Allport en la década de 1920. No obstante, es a finales de la década de los años treinta cuando la psicología social inició realmente su despegue como una ciencia verdadera, gracias, sobre todo, a la labor de Kurt Lewin y sus discípulos.
Para Allport, la Psicología Social es la disciplina que se vale de métodos científicos para "entender y explicar la influencia que la presencia real, imaginaria o implícita de los otros tiene en los pensamientos, los sentimientos y comportamientos de los individuos".
Así, la psicología social trata de analizar como las relaciones con otras personas influyen en nuestra manera de pensar, en nuestro comportamiento y en nuestros sentimientos.
La Psicología Social enfatiza el hecho de que los seres humanos somos criaturas sociales desde el nacimiento hasta la muerte, y que es imposible comprendernos sin comprender cómo actuamos y reaccionamos frente a los demás. Ni siquiera hace falta que estemos físicamente presentes: aprendemos el comportamiento social y luego hacemos que forme parte de nuestro repertorio de conductas, de tal manera que, incluso cuando estamos solos nos comportamos de acuerdo con esos aprendizajes sociales.
Se interesa especialmente en establecer cómo cada sujeto se adapta a las normas colectivas, cómo se integra en los medios que lo rodean, que rol desempeña allí, cómo le influye el grupo social y que influencia ejerce en él mismo sobre ese grupo.
El objeto de estudio queda delimitado exclusivamente a la conducta desarrollada como fruto de los estímulos sociales y a los estados psíquicos que la caracterizan, es decir, a los procesos y resultados de la interacción; entendiendo por interacción el proceso por el cual un individuo tiene en cuenta y responde a los demás que lo están teniendo en cuenta.
Entre otras cuestiones, la psicología social se encarga de estudiar básicamente las actitudes sociales, los roles, el estatus, la cohesión grupal, la influencia de la cultura en la conducta, los grupos de referencia, las normas sociales que un individuo acepta o rechaza en razón de su pertenencia a un grupo determinado.
2. LOS GRUPOS SOCIALES Y SUS CLASES
Un grupo social es un conjunto de individuos en situación de interacción mutua, relativamente duradera. El número de integrantes mínimo es de 2, obviamente, el máximo puede incluir, por poner un ejemplo, un país o una liga de países, etc. Esas colectividades son grupos en tanto en cuanto sus miembros pertenecen a ellas con un cierto grado de conciencia de las mismas y actúan de un modo que revela la existencia grupal.
Todos los grupos se organizan según unas reglas de funcionamiento interno.
Los factores que determinan el funcionamiento de un grupo son:
- Objetivos comunes: los objetivos del grupo son los objetivos de cada uno de sus miembros.
- Estructura: Sistema de organización, participación y comunicación: Cada miembro del grupo tiene, dentro del mismo, un estatus (posición de cada miembro para contribuir a su funcionamiento) y un rol (comportamiento que se espera de un miembro según su estatus).
- Normas: reglas y procedimientos que regulan el comportamiento y actitudes de los miembros del grupo. Pueden ser impuestas o acordadas, implícitas o explícitas.
- Valores y creencias: regulan las relaciones y ayudan a mantener la cohesión grupal.
- Comunicación grupal: cantidad y calidad de las comunicaciones entre sus miembros.
- Jerarquía: los grupos sociales poseen una estructura interna definida por los roles que cada miembro desarrolla en el grupo y por su posición jerárquica dentro de él.
Sistema de dirección o animación del grupo: Liderazgo. El rol de líder es el papel de mayor responsabilidad dentro del grupo.
Los psicólogos sociales han argumentado que el liderazgo rebasa tanto a la teoría de la gran persona como a la del momento y el lugar oportunos. Más bien, los rasgos del líder, ciertos aspectos de la situación en que se encuentra el grupo, y la respuesta mutua entre éste y el líder son consideraciones importantes. En esta visión transaccional del liderazgo se basa la teoría de la contingencia de la efectividad del líder, propuesta por Fred Fiedler.
De acuerdo con la teoría de Fiedler, las características personales son importantes para el éxito de un líder:
- Un tipo de líder está orientado a la tarea, pues se interesa por hacer bien la tarea incluso a expensas de empeorar las relaciones entre los miembros del grupo.
- Otros líderes se orientan a la relación, pues se preocupan por mantener la cohesión y armonía del grupo.
Determinar qué estilo es más efectivo depende de tres conjuntos de factores situacionales:
- Uno es la naturaleza de la tarea: si está claramente estructurada o es ambigua.
- La segunda consideración es la relación entre el líder y el grupo: si el líder tiene buenas o malas relaciones personales con los integrantes del grupo.
- La tercera consideración es la habilidad del líder para ejercer mucho o poco poder sobre el grupo.
Fiedler ha demostrado que si las condiciones son muy favorables (buenas relaciones entre el líder y los miembros, tareas estructuradas, alto poder del líder) o muy desfavorables (malas relaciones entre el líder y los miembros, tarea no estructurada, escaso poder del líder), el líder más efectivo es el que está orientado a la tarea.
Sin embargo, cuando las condiciones dentro del grupo sólo son moderadamente favorables para el líder, el líder más efectivo es el que se interesa en mantener buenas relaciones interpersonales.
Esta interpretación de la contingencia del liderazgo, que ha recibido mucho apoyo de investigaciones realizadas en el laboratorio y en escenarios de la vida real, indica con claridad que no existe un líder ideal para todas las situaciones.
El grupo tiene una gran influencia en nuestra identidad personal y social. Cualquier interacción social implica nuestra pertenencia a un grupo determinado. Cada persona realiza sus aprendizajes básicos y su socialización en grupos, que es donde apreciamos más claramente la riqueza y dinamismo propios de la conducta humana.
En cuanto a los tipos de grupos, se clasifican en función de la estructura, organización e interacción, y así distinguimos:
Grupos primarios: Son grupos que se caracterizan por la asociación y cooperación de sus miembros, unidos por lazos personales y emocionales. Son primarios porque son fundamentales para la formación de la naturaleza social y los ideales del ser humano. Marcan los valores, las normas ético-morales y los comportamientos sociales. De los grupos primarios, y especialmente de la familia, se espera que nos ayuden a satisfacer nuestras necesidades, y por ello admitimos sus normas y esperamos un reconocimiento afectivo-personal que nos permitirá participar en el establecimiento de los objetivos grupales, lo que a su vez nos asegura la pertenencia permanente a ese grupo.
Grupos secundarios: Estos grupos se distinguen, por el contrario, por el carácter impersonal y anónimo de las relaciones entre sus miembros, que se deriva tanto del elevado número de personas que lo integran, como de que generalmente poseen una fuerte organización formal. En ellos se permanece por el interés de lograr objetivos comunes.
Grupos terciarios: Son estrictamente casuales, transitorios, de corta duración. Aunque pueden tener un objetivo en común, no son organizados, los integrantes son casi extraños los unos respecto a los otros, no existen posiciones ni funciones precisas, y, aunque la proximidad física sea grande, el contacto social es muy limitado. Algunos tipos de grupos terciarios son: la multitud, el auditorio y las manifestaciones.
3. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN
Los seres humanos nacemos formando parte de la sociedad, en tanto que somos seres gregarios, de ahí los grupos sociales tengan gran influencia en nuestra forma de ser y de pensar desde nuestro nacimiento mediante el proceso de socialización. Por medio de este proceso las personas aprenden de sus mayores conocimientos, normas, valores y comportamientos propios de su grupo social. Desde un punto de vista cronológico distinguimos entre:
- Socialización primaria: es aquella en la que el niño adquiere las primeras capacidades intelectuales y sociales, y juega un papel crucial en la constitución de su identidad. La familia aporta la primera experiencia social y por eso suele ser la red social más fuerte y duradera para el individuo. En ella ensayamos la comunicación social y desarrollamos la empatía.
- Socialización secundaria, en la que instituciones específicas (como la escuela) proporcionan competencias específicas, más abstractas y definibles. En este ámbito situamos:
- La escuela: encargada de la educación formal en la que se transmiten conocimientos, normas y valores.
- Los compañeros: fundamentales en algunas etapas de la vida. Con ellos se aprenden habilidades sociales, roles sexuales, hábitos de comportamiento…
- Los medios de comunicación y tecnologías de la información y comunicación: su influencia es enorme. Hablamos sobre todo de televisión y redes sociales.
El proceso de socialización puede realizarse de dos maneras:
- Intencional: voluntaria y metódica, como, por ejemplo, la educación que se imparte en los centros educativos.
- Funcional: involuntaria, que es la que se produce en estructuras e instituciones sociales: la familia, los grupos de iguales, los medios de comunicación, etc.
Los efectos de la socialización secundaria pueden ser tan duraderos e influyentes como los de la socialización primaria. A través de los mecanismos de control social, los aprendizajes pueden ser internalizados tan efectivamente como los adquiridos en la infancia.
Durante el proceso de socialización vamos adquiriendo un conjunto complejo de destrezas, cualidades, capacidades y habilidades necesarias para vivir en sociedad. Entre ellas podemos mencionar:
- El lenguaje de nuestro grupo social.
- Conciencia de nuestra posición social y de la de los “otros”.
- Habilidades para convivir e interrelacionarnos con esos “otros”.
- Adquisición de conocimientos para integrarnos en la cultura.
- Adquisición de aprendizajes instrumentales que nos permitan realizarnos como personas y adaptarnos a la vida social.
- Maduración física y psicológica.
- A hacer uso de nuestra voluntad y a plantearnos metas.
- Confianza en nosotros mismos desarrollando nuestra voluntad y autonomía, etc.
4. COGNICIÓN SOCIAL
Al hablar de cognición social nos referimos a la percepción que tenemos de otras personas y de nosotros mismos.
La información que nos llega desde el medio social es procesada por nuestra psique, que la recibe, selecciona, transforma y organiza para construir una representación de la realidad. Una vez procesada, la información dará lugar al conocimiento que nos permitirá comprender, adaptarnos y actuar sobre nuestro ambiente.
Los estudios sobre percepción revelan que las personas no registramos todos los estímulos emitidos por el contexto, sino que los seleccionamos y simplificamos en función de ciertas leyes y de otras variables subjetivas. Una vez seleccionados, los estímulos son clasificados en categorías e interpretados en función de dichas categorías.
4.1. PERCEPCIÓN DE LOS OTROS
SOLOMON ASCH Según el planteamiento de Salomón Asch (1946), cuando conocemos a una persona, nos formamos una primera impresión global a partir de los fragmentos de información que recibimos sobre ella. Desde este enfoque, esa impresión se concibe como una especie de imagen en la que se integran los diversos elementos para formar una configuración total. Los rasgos o características se relacionan unos con otros, pero no todos tienen el mismo peso en la formación de la impresión final.
Algunos de los fragmentos tienen mucha importancia, son los denominados RASGOS CENTRALES, mientras que otros tienen una importancia mínima en la imagen que nos formamos de la persona: son los RASGOS PERIFÉRICOS.
Solomon Asch ideó el siguiente experimento para contratar su hipótesis: la impresión que nos formamos de las personas tiene que ver con estos rasgos centrales.
Su experimento consistió en elaborar dos listas compuestas por siete adjetivos que hipotéticamente describían a una persona anónima.
Las dos listas contenían seis rasgos idénticos:
inteligente,habilidosa,trabajadora,decidida,prácticay prudente y únicamente diferían en el séptimo rasgo: en una aparecía “afectuosa” y en la otra “fría”.
A un grupo de estudiantes le dio a leer la lista de siete adjetivos que contenía el rasgo afectuoso, y a otro la lista que contenía el rasgo frío. Los estudiantes tenían que evaluar a la persona descrita.
Asch comprobó que las personas que habían leído la descripción en la que aparecía el rasgo “afectuoso” se formaron una impresión mucho más positiva de la persona que aquellos a quienes les había tocado la lista con la palabra fría.
También el orden en que se presentaban las características era relevante para la impresión que tendríamos de ella.
Asch demostró que, si el listado que presentaba a los estudiantes sobre la persona anónima la describía en primer lugar con adjetivos positivos y dejaba para el final los negativos, esto influía más que si era al revés. La conclusión que podía desprenderse de este experimento es que cuando conocemos a una persona, nos formamos una primera impresión global a partir de los fragmentos de información que recibimos sobre ella. A esta distorsión en la valoración la conocemos como ERROR DE PRIMACÍA.
La apariencia física es otro factor importante a la hora de formarnos una primera impresión de las personas que nos rodean. Se han hecho multitud de estudios que confirman que existe una tendencia a atribuir a las personas físicamente atractivas características positivas (inteligentes, habilidosas, competentes, amables, exitosas…)--> EFECTO HALO. Sin embargo, a veces se asocia el atractivo físico con características negativas (vanidad, superficialidad, poca inteligencia…) ¿De qué depende? Si nos identificamos con ella o la admiramos +, si deseamos ser como ella, pero sabemos que nunca lo conseguiremos -
ERROR DE PRIMACÍA y EFECTO HALO: Estas distorsiones en la valoración de alguien al dejarnos llevar por las primeras impresiones, y atribuir presuntas características a partir de las ya observadas, puede resultar letal. Ted Bundy, un psicópata asesino al que se le atribuyeron 36 asesinatos, era atractivo, carismático, y se presentaba como alguien encantador. La mayor parte de sus víctimas lo percibieron como alguien inofensivo, de ahí que no tomaran las precauciones que quizás podrían haberlas salvado. Viendo esta foto podríamos pensar: “Este hombre parece simpático y atractivo y esa mujer parece estar muy a gusto con él. No puede ser un asesino”
ROBERT K. MERTON: Las primeras impresiones que tenemos de las personas pueden tener una gran influencia en el conocimiento posterior de esa persona. Merton describió en 1948 el efecto denominado PROFECÍA AUTOCUMPLIDA. Si alguien tiene una determinada expectativa sobre otra persona se comportará con ella de forma que su expectativa inicial quede confirmada.
Hay varios mecanismos que pueden hacer que la conducta que hemos derivado de nuestras expectativas se cumpla: provocando que la conducta de la otra persona se corresponda con nuestra expectativa, o limitando el rango de conductas que la otra persona puede hacer. Por ejemplo, si saludamos amablemente a alguien, probablemente nos devolverá el saludo de forma similar. En este caso hemos provocado que la conducta del otro se ajuste a nuestra expectativa tratándolo como pensamos que esa persona nos tratará. Si por ejemplo un día encontramos a alguien que nos cae mal dando una mala contestación a un amigo nuestro, probablemente pensemos que es alguien que no merece ser nuestro amigo sin darle otras oportunidades de que nos muestre alguna otra faceta más agradable a nuestros gustos. ¿Qué haríamos si esto mismo lo hace una persona que nos cae muy bien y con quien tenemos una estrecha relación?
La profecía que se cumple a sí misma se conoce también con el nombre de EFECTO PYGMALIÓN que se produce constantemente en nuestras relaciones sociales. Si con nuestros actos o palabras damos a entender a una persona que la consideramos amable, respetuosa, torpe, etc., la persona intentará comportarse conforme a las expectativas que cree que tenemos respecto a ella. De igual forma, las expectativas de una persona sobre sí misma pueden dar lugar a su propia confirmación.
En un experimento clásico, Rosenthal y Jacobsen (1968) aplicaron a todos los niños de una escuela primaria de California una prueba al inicio del año escolar y luego entregaron a los maestros una lista de los niños que la prueba había identificado como “brillantes”: niños que demostrarían un crecimiento intelectual significativo el próximo año. En realidad, los niños “brillantes” fueron elegidos al azar. Sin embargo, éstos tuvieron mejores resultados en las puntuaciones de las pruebas y fueron calificados como mejores estudiantes que un grupo control que no había sido identificado como brillante. ¿Por qué? Al parecer, los maestros eran más cálidos y amistosos con los niños de quienes tenían altas expectativas, proporcionándoles más retroalimentación positiva y asignándoles tareas más desafiantes que les permitían demostrar competencia.
* efecto Pigmalión debe su nombre al mítico escultor que creó la estatua de una mujer y luego la trajo a la vida.
ATRACCIÓN INTERPERSONAL: Hasta ahora, hemos visto cómo es que las personas se forman impresiones y juzgan las causas de su conducta y la de los demás. Pero, cuando las personas se conocen, ¿qué determina si se agradarán?
Los psicólogos sociales han encontrado que la atracción y la tendencia a sentir simpatía por alguien están íntimamente relacionadas con factores como la proximidad, el atractivo físico, la semejanza, el intercambio y la intimidad.
Proximidad: generalmente es el factor más importante en la determinación de la atracción Cuanto más cerca vivan dos personas, más probable será que interactúen; cuanto más frecuente sea su interacción, más tenderán a simpatizar. El efecto de la proximidad guarda relación con sentimientos de seguridad y comodidad. La gente familiar es predecible y segura, y por esa razón es más agradable.
Atractivo físico: tiene una gran influencia en las conclusiones a las que llegamos sobre el carácter de una persona. A las personas atractivas solemos darles más crédito que el de su belleza. Suponemos que son más inteligentes, interesantes, felices, amables, sensibles, morales y exitosas que las personas que no percibimos como atractivas. También se cree que son mejores cónyuges y que tienen mayor sensibilidad sexual. No es sorprendente que nos agraden más que las personas menos atractivas. Pero el atractivo no lo es todo. En teoría, la gente prefiere a individuos sumamente atractivos, pero en realidad suele elegir amigos y compañeros que sean cercanos a su propio nivel de atractivo.
Nuestra preocupación por el atractivo físico tiene consecuencias materiales. La investigación ha encontrado que las madres de niños más atractivos tienden a demostrarles más afecto y a jugar con ellos más a menudo que las madres de bebés poco atractivos. Incluso en los hospitales, los bebés prematuros calificados como más atractivos por las enfermeras prosperan y ganan peso más rápido que los que se consideran menos atractivos, al parecer, porque reciben más atención. Es más probable que los niños atractivos sean tratados con indulgencia por los maestros (McCall, 1997), y los adultos atractivos generalmente son juzgados como más productivos por sus empleadores. En general, otorgamos a la gente bien parecida el beneficio de la duda: si no están a la altura de nuestras expectativas en el primer encuentro, les damos una segunda oportunidad, pedimos o aceptamos una segunda cita o buscamos otras oportunidades de interacción. Tales reacciones pueden dar a las personas atractivas ventajas sustanciales en la vida, convirtiéndose en una profecía autorrealizada. Las personas físicamente atractivas pueden pensar que son buenas o adorables porque continuamente se les trata como si lo fueran.
Semejanza La semejanza de actitudes, intereses, valores, antecedentes y creencias se encuentra en la base de gran parte del atractivo interpersonal. Cuando sabemos que alguien comparte nuestras actitudes e intereses, tendemos a tener sentimientos más positivos hacia esa persona.
Por ejemplo, los votantes se sienten más atraídos y es más probable que voten por un candidato con el que comparten actitudes similares. Además, cuanto mayor sea la proporción de actitudes que comparten dos personas, más fuerte es la atracción entre ellas (Byrne y Nelson, 1965). Valoramos la semejanza porque es importante para nosotros que otras personas coincidan con nuestras elecciones y creencias. Al comparar nuestras opiniones con las de otros, aclaramos nuestra comprensión y reducimos nuestra incertidumbre acerca de situaciones sociales. El hallazgo de que otros coinciden con nosotros fortalece nuestras convicciones y estimula nuestra autoestima (Suls y Fletcher, 1983).
Intercambio: De acuerdo con la teoría de la atracción basada en recompensas, por lo general nos agradan las personas que nos hacen sentir recompensados y apreciados. Pero la relación entre la atracción y las recompensas es sutil y compleja. Por ejemplo, la teoría de ganancia-pérdida de la atracción de Aronson (1994) sugiere que los incrementos en la conducta gratificante influyen más en la atracción que la conducta gratificante que se manifiesta de manera continua.
Intimidad: Supone cercanía y confianza en otra persona. La gente se aproxima y permanece cerca a través de un patrón recíproco continuo en que cada persona trata de conocer al otro y permite que el otro la conozca (Harvey y Pauwells, 1999). Cuando se conoce a alguien por primera vez, es probable que se comunique acerca de temas “seguros” y superficiales como el clima, los deportes o las actividades compartidas. Cuando ambos se conocen mejor con el paso del tiempo, la conversación progresa hacia asuntos más personales: las experiencias personales, recuerdos, esperanzas, temores, metas y fracasos.
El ritmo de las confidencias es importante. Si alguna de las personas implicadas en la relación se “salta niveles” revelando mucha información demasiado pronto (o a alguien que no está listo para dar una respuesta personal recíproca), la otra persona probablemente se retirará y la comunicación no avanzará.
ESTEREOTIPOS Y PREJUICIOS: Las impresiones que nos formamos sobre las personas están muy influidas por los estereotipos que poseemos sobre los diferentes grupos sociales. Un estereotipo es un conjunto de creencias sobre las características que forman un grupo social. Por ejemplo, el estereotipo consensuado que puede tener un español blanco de clase media urbana sobre los gitanos estaría relacionado con estas palabras: vago, ladrón, cante, baile, familia, machismo. Existen muchos tipos de estereotipos, pero los más comunes en la investigación de psicología social son los estereotipos raciales, de género y nacionales (o regionales). Las características en las que más nos fijamos cuando conocemos a alguien son aquellas que las clasifican en función de su sexo, edad, etnia…
Las funciones que cumplen los estereotipos son varias: en primer lugar, simplifican el conocimiento de la realidad al eliminar los matices y ordenan el mundo social en categorías. Por ejemplo, si creemos que los catalanes son tacaños no dedicaremos tiempo a pensar en los casos individuales que nos afecten, sino que supondremos que todos los catalanes comparten dicha característica.
En segundo lugar, compartir estereotipos ayuda a la cohesión grupal enfrentándonos a aquel grupo social que no comparte nuestros estereotipos. Precisamente esta función de cohesión social es la causa de los prejuicios que tenemos hacia otros grupos que no son el nuestro. Las presiones de la conformidad social explican por qué los niños absorben con rapidez los prejuicios de sus padres y compañeros de juegos mucho antes de que hayan formado sus propias creencias y opiniones a partir de la experiencia. La presión de los pares a menudo vuelve más “adecuada” o aceptable la expresión de ciertos sesgos que el comportamiento tolerante hacia los miembros de otros grupos sociales.
Un prejuicio social es, en palabras de Allport «una actitud suspicaz u hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a dicho grupo, y a la que, a partir de esta pertenencia, se le presumen las mismas cualidades negativas que se adscriben a todo el grupo».
Los prejuicios generados a partir de los estereotipos pueden dar lugar a actitudes discriminatorias.
Por ejemplo, el racismo es la creencia de que los miembros de ciertos grupos raciales o étnicos son innatamente inferiores. Los racistas creen que la inteligencia, laboriosidad, moralidad y otros rasgos valorados están biológicamente determinados y que por ende no pueden cambiar. El racismo conduce al pensamiento o/o: O eres uno de “nosotros” o eres uno de “ellos”.
Un grupo interno es cualquier grupo de gente que experimenta un sentido de solidaridad y exclusividad en relación con los no miembros. En contraste, un grupo externo es un grupo de individuos que están fuera de este límite y son considerados como competidores, enemigos o diferentes e indignos de respeto. Esos términos pueden aplicarse a equipos deportivos contrincantes, pandillas rivales y partidos políticos o a naciones, regiones, religiones y grupos étnicos o raciales enteros. De acuerdo con el sesgo del grupo interno, los miembros no sólo se consideran diferentes sino superiores a los miembros del grupo externo. En los casos extremos, los miembros de un grupo interno ven a los miembros de un grupo externo como si fueran de otra especie y el odio puede llevar a la violencia, la guerra civil e incluso al genocidio.
Esta explicación puede ser aplicada a toda conducta discriminatoria basada en prejuicios: sexismo, xenofobia, homofobia…
Las principales distorsiones de la percepción social son:
- Error de primacía: implica recordar más y mejor aquella información que ha sido presentada (y, por tanto, percibida) primero, con tendencia a olvidar la información percibida con posterioridad. Si conocemos a una persona cuando está enfadada, es probable que sintamos cierto rechazo hacia ella, aunque el resto del tiempo se comporte cortésmente. Este error también aparece cuando aprendemos a decidir basándonos en experiencias pasadas. Así, lo primero que hemos aprendido (y las primeras recompensas recibidas), condicionarían nuestras decisiones futuras en mayor medida que los aprendizajes posteriores.
- Efecto halo: consiste en atribuir presuntas características a partir de las ya observadas. Se trata de cómo una impresión (positiva o negativa) que se tiene sobre alguien o algo, condiciona la opinión general.
- Personalidad implícita: Percibimos a las personas de modo unitario, sin embargo, en ocasiones proferimos juicios sociales sin tener en cuenta todos los elementos. Simplificamos y nos precipitamos. Por ejemplo, ocurre cuando hacemos afirmaciones del tipo: “Los vendedores de coches son extravertidos”, “Los filósofos son rarillos”
- Correlación ilusoria: Consiste en percibir correlación en donde no la hay o es muy leve: por ejemplo: “Está así por la regla”
- Atribución defensiva: tendencia a atribuir nuestros éxitos a nuestros esfuerzos o cualidades y nuestros fracasos a factores externos.
- Hipótesis del mundo justo: es un error de atribución basado en la suposición de que las cosas malas le suceden a la gente mala y las cosas buenas le suceden a la gente buena.
4.2. PERCEPCIÓN DE UNO MISMO: AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA
La cognición social se refiere también a la que tenemos acerca de nosotros mismos.
A este respecto es necesario distinguir dos conceptos que muchas veces se confunden: el autoconcepto y la autoestima.
De hecho, para entender correctamente el concepto de autoestima es necesario diferenciarlo del de autoconcepto. Así, autoconcepto es el conjunto de elementos que una persona usa para describirse a sí misma, por lo que equivaldría a la percepción que tiene de sí misma, mientras que la autoestima consiste en la evaluación, positiva o negativa, de la información contenida en el autoconcepto. Así, la autoestima equivaldría al ideal de uno mismo, pero no a un ideal frívolo o materialista, sino al deseo sincero de poseer determinados atributos.
5. TEORÍAS DE LA ATRIBUCIÓN
Conocer nuestro entorno social supone no solo percibir lo que nos rodea sino interpretarlo.
En 1976 Duncan realizó un estudio en el que pretendía explicar la violencia interracial e intraracial. Para ello pidió a estudiantes estadounidenses de universidad blancos (que eran el objeto de estudio), que observasen un vídeo en el que aparecía una discusión cada vez más violenta en la que al final un participante empujaba al otro.
- Duncan fue variando el color de piel del protagonista (agresor) y de la víctima. Una vez visto el vídeo debían describir lo que habían visto usando determinadas categorías como «jugando» y «conducta violenta».
- Más de un 70% eligió «conducta violenta» cuando se mostraba a un protagonista negro.
- Cuando el protagonista era blanco, solo un 13% utilizaba esta categoría.
- Duncan pidió entonces que explicasen la conducta que acababan de observar.
- Cuando el protagonista era negro, su conducta violenta se explicaba por factores personales de quien agredía.
- Al explicar la conducta violenta de los protagonistas blancos, los sujetos exculpaban la conducta apelando a la situación.
5.1. FRITZ HEIDER (1958), psicólogo austriaco, propuso la teoría de la atribución, la definió como un método que utiliza la gente para explicar el origen de su propio comportamiento y el de los demás. Es una conducta muy habitual. Tendemos a atribuir la conducta de los demás a una de entre dos causas posibles: una causa interna (personal) o una causa externa (ambiental).
El modelo motivacional de Weiner derivaba del trabajo de Heider, señala que atribuimos nuestros fracasos o éxitos a diversos factores, teniendo en cuenta tres dimensiones diferentes:
(Tomaremos como ejemplo de haber suspendido un examen)
a. Localización de la causa: interna o externa:
a.1. Causa interna: Cuando atribuimos la ocurrencia de un evento a causas internas o personales. Ej.: asumir que hemos suspendido el examen porque no hemos estudiado.
a.2. Causa externa: Cuando atribuimos la ocurrencia del evento a causas externas. Ej.: hemos suspendido porque el examen era muy difícil.
b. Estabilidad respecto al tiempo:
b.1. Estable: Cuando atribuimos la causa de un evento a factores que no cambian con el tiempo y que consideramos que no se pueden modificar, como pueden ser capacidades (o incapacidades) propias. Ej.: atribuir nuestro suspenso en el examen a nuestra falta de capacidad.
b.2. Variable: Cuando atribuimos la causa a factores que van variando según el momento, como pueden ser factores que se han dado en ese momento preciso, pero cabe la posibilidad de que, en otro momento, aún en las mismas circunstancias, no se den. Ej.: atribuir nuestro suspenso a un fuerte dolor de cabeza el día del examen.
c. Capacidad de control.
c.1. Controlable: Cuando creemos que podemos controlar las causas de los eventos. Ej. Pensar que hemos suspendido el examen porque hemos estudiado poco, pero en el próximo podremos estudiar más.
c.2. Incontrolable: Cuando pensamos que no podemos ejercer ningún control sobre el evento. Ej.: Pensar que hemos suspendido porque el profesor nos tiene manía.
Partiendo de estas tres dimensiones, podemos establecer todas las combinaciones posibles, que explicarían como atribuimos a diversos factores nuestros éxitos o fracasos.
La atribución de las causas que hagamos puede ser más importante de los que imaginamos para el individuo, ya que nuestra autoestima, nuestra motivación, nuestra conducta y nuestras relaciones pueden variar en función de dichas atribuciones.
Las atribuciones negativas están relacionadas con consecuencias negativas ya que las personas pueden no realizar las tareas necesarias para alcanzar una meta por el miedo al fracaso; mientras que las atribuciones positivas están relacionadas con conductas que llevan al éxito.
No obstante, según Weiner, el error fundamental de atribución es parte del efecto actor-observador: las personas solemos atribuir los éxitos propios a factores internos (por ejemplo, nuestras habilidades) y los ajenos, a factores externos (por ejemplo, suerte); mientras que se atribuyen los errores propios a causas externas y los ajenos a causas internas.
5.2. HAROLD KELLEY formuló otra teoría de la atribución, conocida como Teoría de la covariación. Según dicha teoría, se conoce como covariación a la información de múltiples fuentes (múltiples observaciones) sobre la conducta del actor (sujeto observado que realiza la acción).
Señala que el tipo de atribución dependerá de tres tipos factores:
- Consenso con las respuestas de otras personas.
- Consistencia con la forma de responder de esa persona en otras ocasiones.
- Distintividad de la manera en que la persona responde a otros estímulos.
Si el consenso, la consistencia y la distintividad son altos, tendemos a atribuir la conducta a causas externas, si, por el contrario, los tres factores son bajos, atribuimos la causa a la persona.
Sin embargo, la mayoría de las veces que buscamos la causa de una acción en realidad lo que hacemos es atribuir la responsabilidad de esa acción.
Es por eso que muchas veces damos excusas y justificaciones. Por ejemplo, Si una persona dispara a otra:
- Puede excusarse diciendo: “en realidad no le disparé; la pistola se disparó accidentalmente”.
- Puede justificarse diciendo: “sí, le disparé, pero es que iba aponer una bomba”.
Se trata de dos respuestas que intentan atribuir la responsabilidad a un objeto o a otra.
Quienes perciben las acciones de los actores sociales, sin embargo, cometen multitud de errores en sus atribuciones causales y de responsabilidad. Los sesgos más comunes son los siguientes:
- Enfatizar exageradamente los factores personales del actor en detrimento de los factores externos. Ejemplo: atribuir una conducta violenta a la agresividad del actor es lo más corriente. El problema de este sesgo es que a veces percibimos como responsable de su situación a personas que son víctimas de ella.
- El sesgo favorable al yo consiste en atribuir el éxito a causas internas y el fracaso a causas externas. Ejemplo: aprobé; me suspendieron.
- La diferencia actor-observador tiene que ver con la asimetría existente al hacer atribuciones entre el actor y el observador. El actor tiende a atribuir la acción a factores externos y el observador a factores internos. Ejemplo: si tropiezo, echo la culpa a la acera; si veo cómo alguien se tropieza pienso que es muy torpe.
- Atribución defensiva: La tendencia a atribuir nuestros éxitos a nuestros esfuerzos o cualidades y nuestros fracasos a factores externos.
- Hipótesis del mundo justo: Error de atribución basado en la suposición de que las cosas malas le suceden a la gente mala y las cosas buenas le suceden a la gente buena.
Las atribuciones tienen consecuencias cognitivas, emocionales y afectivas lo que influye tanto en las expectativas como en la conducta de las personas. Por ejemplo, si un estudiante atribuye su fracaso en el estudio a su falta de habilidad lo más seguro es que espere seguir fracasando en el futuro.
En cuanto a la atribución entre culturas, la mayor parte de la investigación sobre la teoría de la atribución se ha realizado en culturas occidentales. Pero, ¿los principios básicos de la atribución se aplican también a personas de otras culturas? La respuesta parece ser “no siempre”.
En general, es más probable que los asiáticos del Este atribuyan su conducta y la de otra gente a factores externos o situacionales, más que a disposiciones internas (Choi, Nisbett y Norenzayan, 1999). Por ejemplo, en una investigación se observó que estudiantes japoneses inscritos en instituciones de Estados Unidos por lo regular explicaban el fracaso como falta de esfuerzo (una atribución interna) y atribuían sus éxitos a la ayuda que recibían de otros (una atribución externa) (Kashima y Triandis, 1986).
6. LAS ACTITUDES
Las actitudes son las predisposiciones a valorar de una forma positiva o negativa un estímulo dado (persona, cosa, situación). A la hora de evaluar un estímulo, nos basamos en creencias y conocimientos que poseemos sobre tal objeto de actitud (componente cognitivo), en los sentimientos y emociones que nos provoca (componente afectivo) y en la experiencia que tenemos de comportamientos anteriores (componente conductual). Estos tres componentes de la actitud pueden ir unidos o separados al hacer una valoración del objeto.
La creencia de que las actitudes guían nuestra conducta hace que los psicólogos sociales consideren la posibilidad de cambiar actitudes puesto que cualquier cambio en las actitudes de las personas supondría un cambio en su comportamiento. Después de la segunda guerra mundial el interés central de la psicología social se centró en la modificación de actitudes a través del mensaje persuasivo. El campo en el que más se ha trabajado con la persuasión ha sido la publicidad.
Uno de los enfoques para la comprensión del proceso de cambio de actitudes es la teoría de la DISONANCIA COGNOSCITIVA desarrollada por Leon Festinger (1957). Existe disonancia cognoscitiva siempre que una persona tiene dos cogniciones o creencias contradictorias al mismo tiempo.
La discrepancia entre las creencias y la conducta nos provoca malestar porque creemos y valoramos la coherencia. Pero, a veces, existe un desacuerdo entre lo que hacemos y lo que creemos que deberíamos hacer. En ese momento sentimos malestar. Si un individuo se comporta de una forma que va contra sus creencias para obtener un beneficio la disonancia será mayor si el beneficio es poco importante.
Por ejemplo: Si vamos al gimnasio para mantenernos en forma por cuestiones de salud, y luego nos atiborramos de comida rápida, surge la disonancia en nuestra cognición. ¿Cómo se reduce la disonancia? Según Festinger, se suele reducir la disonancia cognitiva cambiando las percepciones para hacerlas compatibles con la conducta que seguimos. Ejemplo: podríamos reducir la disonancia excusándonos al decir que nos había dado un bajón de glucosa o tensión y que al día siguiente lo compensaríamos con más ejercicio. O decir que nos merecíamos el homenaje. Una vez al año, no hace daño….
Sin embargo, la justificación de una conducta, impide precisamente lo necesario: cambiar las actitudes, conductas o elecciones de estilo de vida importantes. Esto se puede conseguir con la AUTOPERSUASIÓN: En contraste con las técnicas tradicionales directas de persuasión, se pone a la gente en situaciones en que está motivada para persuadirse de cambiar sus actitudes o su conducta.
Por ejemplo, muchos educadores esperaban que la integración escolar, por sí misma, redujera los prejuicios raciales. Pero a menudo sucedía lo contrario: aunque asistían a las mismas escuelas y grupos, los niños negros y blancos tendían a segregarse por sí mismos. Cuando se asignó a los niños a pequeños grupos de estudio culturalmente diversos en los que se les obligó a cooperar, las actitudes cambiaron, aunque de manera lenta. Disminuyeron los insultos y menosprecios, que a menudo tenían una base étnica. Cuando ambos aprendieron a enseñar y a escuchar a los “otros”, los estudiantes salieron de la experiencia con menos estereotipos de grupo y un mayor aprecio de las diferencias individuales. A su vez, esto hizo menos probable que estereotiparan a los otros. En pocas palabras, trabajar con individuos diversos que no coinciden con nuestras ideas preconcebidas hace difícil mantener el prejuicio a causa de la disonancia cognoscitiva.
Las instituciones influyen con frecuencia en la conducta de los individuos, no mediante la persuasión, como en la publicidad y la propaganda, sino mediante incentivos, normas sociales o sanciones.
7. PROCESOS GRUPALES
Otro de los factores que influyen en la conducta social de los individuos son los grupos sociales. Ya nos hemos referido al asunto anteriormente.
Los grupos influyen en las personas que los componen, tal como ha sido demostrado en los estudios realizados en psicología social. Los tipos de influencia grupal en el individuo más conocidos son:
La influencia informativa fue estudiada por Sherif (1936) y se produce siempre que el grupo da al individuo determinada información que antes no poseía. Dicha información le hace actuar de una forma diferente a como lo haría cuando no poseía la información que el grupo le dio.
La influencia normativa fue estudiada por Asch (1951) y hablamos de ella cuando la persona actúa de la misma manera que los otros componentes del grupo por el simple hecho de no entrar en conflicto con los demás o por el miedo a ser rechazado. Los dos tipos de influencia tienen características en común:
- Quienes ejercen la influencia y quienes la reciben tienen más o menos el mismo estatus.
- La presión ejercida sobre el individuo no es explícita sino implícita.
- Los que ejercen la influencia no pretenden controlar o sancionar la resistencia del individuo.
LA CONFORMIDAD: Desde principios de la década de 1950, cuando Solomon Asch realizó el primer estudio sistemático al respecto, la conformidad ha sido un tema importante de investigación en la psicología social.
Asch demostró en una serie de experimentos que, en algunas circunstancias, la gente se conformará a las presiones del grupo incluso si esto la obliga a negar evidencia física.
El experimento consistía en pedir a los integrantes de un pequeño grupo que eligieran entre varias líneas de longitudes variables presentadas en una tarjeta, aquella que fuera más similar a la que aparecía en una tarjeta de comparación. Las líneas se dibujaron a propósito para que la comparación fuera obvia y la elección correcta fuera clara.
Todos los integrantes del grupo, salvo uno, eran cómplices del experimentador. De vez en cuando esos cómplices deliberadamente daban la misma respuesta incorrecta. Esto ponía en una situación difícil al único participante real. ¿Debería conformarse a lo que sabía que era una decisión errónea para estar de acuerdo con el grupo, negando así la evidencia de sus propios sentidos? ¿O debería discrepar del grupo, arriesgándose a las consecuencias sociales de la no conformidad?
De manera sorprendente, Asch observó que los participantes se conformaban con los juicios a evidentemente incorrectos aproximadamente una tercera parte de las veces. Sin embargo, hubo grandes diferencias individuales y en la investigación posterior los experimentadores descubrieron que dos conjuntos de factores influyen en la probabilidad de que una persona se conforme: las características de la situación y las características del individuo.
El tamaño del grupo es una variable situacional que se ha estudiado de manera exhaustiva. Asch (1951) encontró que la probabilidad de conformidad aumentaba con la expansión del tamaño del grupo hasta que cuatro cómplices estaban presentes. Después de este punto, agregar más cómplices no incrementaba la probabilidad de que los participantes ignoraran la evidencia de sus propios ojos.
Otro factor situacional importante es el grado de unanimidad en el grupo. Si sólo un cómplice rompe el acuerdo perfecto de la mayoría dando la respuesta correcta, la conformidad cae aproximadamente al 25%. Al parecer, tener sólo un “aliado” disminuye la presión para conformarse. El aliado ni siquiera tiene que compartir el punto de vista del participante, basta con romper la unanimidad de la mayoría para reducir la conformidad.
La naturaleza de la tarea es otra variable situacional que afecta la conformidad. Por ejemplo, se ha demostrado que la conformidad varía con la dificultad y la ambigüedad de una tarea. Cuando la tarea es difícil o mal definida, la conformidad tiende a ser más alta. En una situación ambigua, los individuos están menos seguros de sus opiniones y más dispuestos a conformarse a la opinión de la mayoría.
Las características personales también influyen en la conducta de conformidad. Una persona tenderá más a conformarse cuanto más le atraiga el grupo, más espere interactuar con sus miembros en el futuro y menos aceptada se sienta por el grupo; también tenderá a conformarse más si sostiene una posición de estatus relativamente baja dentro del grupo.
CONDESCENDENCIA: La conformidad es una respuesta a la presión ejercida por las normas que por lo general no se hacen explícitas. En contraste, la condescendencia es un cambio de conducta en respuesta a una petición explícita. Los psicólogos sociales han estudiado varias técnicas mediante las cuales la gente puede inducir a otros para que accedan a sus solicitudes. Un procedimiento se basa en el llamado efecto del pie en la puerta (Cialdini, 1995). Todo vendedor sabe que en el momento en que un prospecto les permite iniciar la presentación de su producto, mejora considerablemente la posibilidad de hacer una venta. El mismo efecto opera en otras áreas de la vida: una vez que la gente ha accedido a una pequeña petición, es más probable que acceda a una más grande.
Otra estrategia usada mucho por los vendedores es el procedimiento de bola baja (Cialdini, Cacioppo, Bassett y Miller, 1978; Cialdini y Trost, 1998). El primer paso es inducir a una persona a mostrarse de acuerdo con algo. El segundo paso es elevar el costo de la condescendencia. Entre los vendedores de coches nuevos, la bola baja funciona de esta manera: el vendedor persuade al cliente de que compre un coche nuevo reduciendo el precio muy por debajo del ofrecido por los competidores. Sin embargo, una vez que el cliente ha aceptado comprar el coche, los términos de la venta cambian abruptamente (por ejemplo, disminuye el valor de trueque que ofrece el gerente de coches usados), de modo que al final el coche resulta más costoso que si lo hubiera adquirido con otro distribuidor. A pesar de los costos agregados, muchos clientes mantienen su compromiso de compra. Aunque el incentivo original era el bajo precio (la “bola baja” que lanzó originalmente el vendedor), una vez que se ha comprometido, el cliente mantiene el compromiso con el vehículo ahora más costoso.
En ciertas circunstancias, es más probable que una persona que se ha En ciertas circunstancias, es más probable que una persona que se ha negado a condescender con una petición acceda a una segunda. Por ejemplo, si responder que no a la primera petición le hace sentir culpable, puede decir sí a algo más. Este fenómeno se conoce como el efecto de la puerta en las narices (Cialdini, 1995; Cialdini et al., 1975).
En un estudio, los investigadores se acercaron a estudiantes y les pidieron que hicieran un compromiso excesivo: ¿Asesorarían a un grupo de jóvenes delincuentes en un centro de detención durante dos años? Casi todos declinaron. Cuando luego se les pidió que hicieran un compromiso mucho menor (supervisar a niños en una visita al zoológico), muchos de los mismos estudiantes accedieron con rapidez. El efecto de la puerta en las narices funciona porque los participantes interpretan la petición menor como una concesión del experimentador y se sienten presionados a acceder a cambio.
OBEDIENCIA: La condescendencia es la aceptación de cambiar la conducta en respuesta a una petición. La obediencia consiste en acceder a una exigencia. La obediencia expresa la influencia social en su forma más directa y poderosa.
El discípulo de S. Asch, Stanley Milgram ideó un experimento en el año 1974 en Yale para observar y registrar el grado de obediencia a la autoridad, consistente en los siguientes elementos:
- Los participantes eran informados de que se trataba de un experimento para estudiar el efecto del castigo en el aprendizaje.
- Uno de los sujetos haría de profesor y otro de alumno (este era un actor cómplice del experimentador). El aprendizaje consistía en asociar pares de palabras.
- Cada vez que el alumno contestara de forma incorrecta, el profesor tenía que castigarlo con una descarga eléctrica que comenzaba con 15 voltios e iba aumentando de 15 en 15 con cada nuevo error.
- El alumno- cómplice simulaba dolor, gritaba, lloraba a cada nueva descarga.
- Si el profesor dudaba o se negaba a administrar la descarga, el experimentador le decía que debía continuar. Si, a pesar de todo, el sujeto se negaba a continuar, el experimento concluía.
El 62,5% de los sujetos llegaron a administrar descargas del nivel más alto (450V).
Milgram constató que los sujetos que hacían las veces de “maestro” expresaban el conflicto que les producía hacer lo que no querían padeciendo tensión, nervios, angustia y estrés. Pero se mostraban incapaces de sobreponerse a su estado agentico.
En el grupo de control en la que los sujetos elegían la máxima descarga solo 2 de 40 personas superaron los 150V. Esto quiere decir que no se trataba de sadismo sino de otra cosa: obedecían ciegamente a la autoridad.
¿Qué factores influyen en el grado de obediencia? Algunos estudios en que personas con uniforme pidieron a los participantes que introdujeran una moneda en un parquímetro demostraron que un factor importante es la cantidad de poder conferido a la persona que da las órdenes. La gente obedecía a un guardia cuyo uniforme se parecía al de un policía más a menudo de lo que obedecía a un hombre vestido como barrendero o como civil. Otro factor es la vigilancia. Si se nos ordena hacer algo y luego se nos deja solos, es menos probable que obedezcamos que si somos observados. Esto parece ser cierto en especial cuando la orden implica un acto poco ético. La mayoría de los participantes introdujeron la moneda en el parquímetro cuando el hombre vestido de policía estaba fuera de la vista, pero Milgram encontró que sus “maestros” estaban menos dispuestos a aplicar las descargas severas cuando el experimentador estaba fuera del cuarto.
Los experimentos de Milgram revelaron otros factores que influyen en la disposición de una persona a cumplir órdenes.
- Cuando la víctima estaba en la misma habitación que el “maestro”, la obediencia disminuía de manera notable.
- Cuando estaba presente otro “maestro” que se negaba a aplicar las descargas, la obediencia también disminuía.
- Pero cuando la responsabilidad de un acto era compartida, de modo que la persona era sólo una de muchas que lo efectuaban, el grado de obediencia era mucho mayor.
¿Por qué la gente se muestra dispuesta a obedecer a una figura de autoridad incluso si eso significa ir contra sus propios principios? Milgram sugirió que las personas llegan a verse como los agentes de los deseos de otra persona y que por ende no son responsables de sus propias acciones o de sus consecuencias. Una vez que ha ocurrido este cambio en la autopercepción, empieza la obediencia, porque en su propia mente han renunciado al control de sus acciones. Una explicación alternativa es que los participantes obedientes no sucumben a las fuerzas situacionales, sino que no logran percibir la situación correctamente (Nissani, 1990). De esta forma, en el estudio de Milgram los participantes creyeron en principio que el experimento sería seguro y que el experimentador era digno de confianza. Nissani argumenta que la verdadera lucha emocional de los participantes obedientes no consistió en decidir si obedecían órdenes malévolas, sino en reconocer que una figura de autoridad en la que confiaban demostró ser poco ética.
El conflicto intergrupal es un fenómeno que preocupa a las sociedades y por eso la psicología social estudia las causas del conflicto entre distintos tipos de grupos étnicos, religiosos, políticos… La investigación sobre relaciones intergrupales se centra en el estudio de lo que los individuos hacen, sienten o piensan en una situación en la que emerge de forma clara su pertenencia o identificación con algún grupo social.
8. PSICOLOGÍA DE MASAS
En el estudio de la Psicología de masas destacan autores como: McDougall, Gustave Le Bon, Kurt Lewin, Emile Durkheim, Alfred Adler, Sigmund Freud, etc. Ésta investiga el comportamiento colectivo y el papel acrítico del individuo. ¿Por qué los individuos se contagian del comportamiento de los demás y se limitan a repetirlo sin cuestionarse nada?
El individuo inmerso en la masa tiene una conducta caracterizada por la impulsividad, intolerancia, inconsciencia, falta de perseverancia, volubilidad, falta de capacidad crítica, etc.
Para Gustave Le Bon (1841-1931), los seres humanos, al formar parte de una masa o grupo social, piensan y actúan de forma totalmente diferente a la que sentirían, pensarían y actuarían de manera individual. Según el francés, al unirse las personas desaparecen las virtudes de estos y su peculiaridad, “lo heterogéneo se hunde en lo homogéneo”. El ‘’Yo’’ deja de existir para crear un ‘’Nosotros’’. El poder de persuasión de la masa lleva a que el ser humano se contagie y sea encandilado por las acciones de los otros, adoptando conductas diferentes a las que ejerce de forma aislada. La masa es impulsiva, voluble y excitable, ya que aparece un sentimiento de omnipotencia y el integrante de ella ya no ve nada imposible. Hay mayor oportunidad de supervivencia en el conjunto, en la masa, que de manera individual. El individuo, abducido por la masa, sufre una especie de pérdida temporal de su personalidad individual y consciente.
Erik Erikson (1902-1994), discrepó de él, en dos aspectos básicos:
- que las personas son seres activos buscando adaptarse a su ambiente, más que pasivos esclavos de impulsos;
- y en considerar como denominador común a todos los fenómenos de masas el amor o aceptación respecto a todos los componentes del grupo y, por otra parte, el odio o intolerancia hacia aquéllos que no pertenecen a él.
No obstante, este fenómeno es aplicable a los nacionalismos, las religiones y sectas, a las pandillas, los hinchas de un equipo de fútbol, etc. El comportamiento de estos grupos debe comprenderse desde la perspectiva de la regresión narcisista al estado de desarrollo mental llamado ‘preambivalente’, en el que el niño percibe a las personas de su alrededor como buenas o malas. El individuo ignora intencional y subconscientemente lo malo de su líder y de todo su grupo, y lo proyecta sobre el oponente, lo “otro” respecto del “nosotros”. A lo que Freud llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias”.
La regresión narcisista de los grandes grupos se caracteriza por:
- una pérdida de la identidad individual;
- reagrupamiento en torno a un líder;
- ruptura mental marcada;
- proyecciones e introyecciones masivas;
- obsesiones narcisistas compartidas;
- desaparición del sentido de la realidad;
- incapacidad de realizar duelos;
- y abolición de la confianza básica en la humanidad del prójimo.
La regresión generada por el terror se caracteriza por el desarrollo de un delirio colectivo, con pérdida del criterio individual. Se fomentan el pensamiento mágico, los mitos “nacionalistas”, el narcisismo de las pequeñas diferencias y la deshumanización del que es percibido como “adversario”.
9. HABILIDADES SOCIALES.
Los conflictos sociales generados por prejuicios y estereotipos tienen su base en la escasa voluntad de hacer uso de la razón y el diálogo. Puede tratarse de una cuestión de pereza o cobardía, no vamos a entrar en ello. Racismo, xenofobia, sexismo, fanatismo y violencia suelen ser una combinación letal en el más estricto sentido del término.
Para luchar contra tanta irracionalidad, sería muy aconsejable el entrenamiento en habilidades sociales, entendidas como conductas verbales y no verbales que facilitan las relaciones sociales, el entendimiento mutuo, la colaboración y solidaridad, la defensa de nuestros derechos y los derechos de los demás. Son tanto conductas verbales, como no verbales.
En los distintos grupos nos encontramos con personas pasivas, inhibidas, que no saben o no se atreven a enfrentarse con sus problemas. A otras les cuesta aceptar una crítica, aunque sea objetiva y razonable; les humilla tener que pedir excusas o no saben elogiar a otra persona sin que ésta se sienta molesta. Hay también quien no sabe resistir las presiones del grupo; o cómo enfrentarse a la vergüenza o el miedo. Las habilidades sociales no son un medio para que podamos manipular y ganarnos a las personas que nos rodean, aunque sea verdad que, si somos socialmente hábiles, seremos más queridos y aceptados. Buscamos las habilidades sociales porque las demás personas nos importan y queremos relacionamos con ellas.
Las habilidades sociales se pueden aprender mediante el entrenamiento. Hay distintas propuestas al respecto. Tanto Goldstein como Michelson, aunque con diferencias, proponen un método estructurado en distintos momentos: modelado (presentar modelos correctos), interpretación (o role playing: ensayar la habilidad que se acaba de observar), crítica (someter a crítica ese ensayo), y generalización (transferencia del aprendizaje a la realidad.)
Michelson propone que antes de empezar hay que realizar una discusión sobre las ventajas de adquirir esa habilidad social, y las desventajas de no tenerla. Asimismo, propone que no se haga sólo el modelado asertivo (correcto – adecuado) sino tres: uno inhibido, otro agresivo, y, finalmente, el asertivo; para que queden más claras las tres posibilidades de comportamiento en una situación.
Spivack y Shure identificaron los pensamientos que son necesarios para poder resolver los problemas interpersonales y que deben tenerse en cuenta en el aprendizaje de habilidades sociales. Estos pensamientos son de cinco tipos: el pensamiento causal (análisis de causas), el alternativo (búsqueda de alternativas), el consecuencial (consecuencias de las distintas alternativas), el de perspectiva (buscar las otras perspectivas, ponerse en el lugar de las otras personas) y el medio – fin (ante una situación real “final” analizar el proceso seguido.)
Goldstein enumera cincuenta habilidades sociales: