P. Duhem: La teoría física,
su objeto y su estructura.
“Una teoría física no es una explicación. Es un sistema de proposiciones matemáticas, deducidas de un pequeño número de principios, que tienen como finalidad representar un conjunto de leyes experimentales del modo más simple, completo y exacto que sea posible(...)
Así, una teoría verdadera (...) es una teoría que representa de una manera satisfactoria un conjunto de leyes experimentales. Una teoría falsa (...) es un conjunto de proposiciones que no concuerdan con las leyes experimentales. El acuerdo con la experiencia es, para una teoría física, el único criterio de verdad.”
Kuhn:¿Qué son las revoluciones científicas?
“En primer término, una teoría
debe ser precisa: esto es, dentro de su dominio, las consecuencias deducibles
de ella deben estar en acuerdo con los resultados de los experimentos y las
observaciones existentes. En segundo lugar, una teoría debe se coherente
no sólo de manera
interna o consigo misma, sino también con otras teorías aceptadas
y aplicables a aspectos relacionables de la naturaleza. Tercero, debe ser amplia:
en particular, las consecuencias de una teoría deben extenderse más
allá de las observaciones, leyes o subteorías particulares para
las que se destinó en un principio. Cuarto, e íntimamente ligado
con lo anterior, debe ser simple, ordenar fenómenos que, sin ella, y
tomados uno por uno, estarían aislados y, en conjunto, serían
confusos. Quinto, una teoría debe ser fecunda, esto es, debe dar lugar
a nuevos resultados de investigación: debe revelar fenómenos
nuevos o relaciones no observadas antes entre las cosas que ya se saben.”
Husserl: La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologíatranscendental.
“La exclusividad con la que en la segunda mitad del siglo XIX se dejó determinar
la visión entera del mundo del hombre moderno por las ciencias positivas
y se dejó deslumbrar por la prosperidad hecha posible por ellas, significó paralelamente
un desvío indiferente respecto de las cuestiones realmente decisivas
para una humanidad auténtica. Meras ciencias de hechos hacen meros hombres
de hechos. El viraje en la estima y valoración pública resultó inevitable
después de la guerra, y en la generación más joven se
produjo, como es sabido, un sentimiento claramente hostil. En nuestra indigencia
vital –oímos decir- nada tiene esta ciencia que decirnos. Las
cuestiones que excluye por principio son precisamente las más candentes
para unos seres sometidos, en esta época desventurada, a mutaciones
decisivas: las cuestiones relativas al sentido o sinsentido de esta entera
existencia humana. En su universalidad y necesidad para todos los hombres, ¿no
requieren acaso reflexiones generales y respuestas racionalmente fundamentadas?
Son cuestiones que afectan, en definitiva, al hombre en cuanto ser que en su
conducta respectodel entorno humano y extrahumano decide libremente, en cuanto
ser que es libre en sus posibilidades de configurarse a sí mismo en
forma racional y de conformar no menos racionalmente su entorno. ¿Qué tiene
la ciencia que decirnos sobre la razón y la sinrazón, qué sobre
nosotros, los seres humanos, en cuanto sujetos de esta libertad?”
M. Weber: El político y el científico.
“Han naufragado ya todas esas ilusiones
que veían en la ciencia
el camino ‘hacia el verdadero ser’, ‘hacia el arte verdadero’, ‘hacia
la verdadera naturaleza’, ‘hacia el verdadero Dios’. ¿Cuál
es el sentido que hoy tiene la ciencia como vocación? La respuesta más
simple es la que Tolstoi ha dado con las siguientes palabras: La ciencia
carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones
que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir.
Difícilmente podría discutirse el hecho de que, efectivamente,
no responde a estas cuestiones. El problema está, sin embargo, en el
sentido en que puede decirse que no ofrece ninguna respuesta, y si tal vez,
a falta de respuesta, la ciencia no contribuye, en cambio, a plantear adecuadamente
estas cuestiones”
F. Suppe: La estructura de las teorías científicas.
“La ciencia establece teorías
que, de verse ampliamente confirmadas, son aceptadas y siguen siéndolo
con relativa independencia del peligro de verse posteriormente desconfirmadas.
El desarrollo de la ciencia consiste en la ampliación de dichas teorías
a ámbitos más
amplios, en el desarrollo de nuevas teorías ampliamente confirmadas
para dominios relacionados con ellos y en la incorporación de teorías
ya confirmadas a teorías más amplias. La ciencia es, pues, una
empresa acumulativa de extensión y enriquecimiento de viejos logros
con otros nuevos; las viejas teorías no se rechazan o abandonan una
vez que se han aceptado; más bien lo que hace es ceder su sitio a otras
más amplias a las que se reducen.”
P. Feyerabend: Contra el método.
“La idea de un método que contenga principios científicos,
inalterables y absolutamente obligatorios, que rijan los asuntos científicos,
entre en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación
histórica. En ese momento nos encontramos con que no hay una sola regla,
por plausible que sea, que no sea infringida en una ocasión u otra.
Llega a ser evidente que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que
no son el resultado de un conocimiento insuficiente.
Por el contrario, vemos que son necesarias para el progreso. Sucesos científicos como la revolución copernicana, la teoría cinética o la teoría cuántica, ocurrieron bien porque algunos pensadores decidieron no ligarse a algunas reglas metodológicas ‘obvias’, bien porque las violaron involuntariamente. Así, el método atómico de Bohr se introdujo y fue mantenido frente a evidencias en contra muy precisas y firmes.”
F. Chalmers: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
“El antirrealista sostiene que el contenido
de una teoría científica
comprende solamente el conjunto de afirmaciones que pueden ser verificadas
mediante la observación o la experimentación. A muchos antirrealistas
se les puede llamar instrumentalistas, y así se les llama a menudo.
Para ellos, las teorías no son sino instrumentos útiles que ayudan
a correlacionar y predecir los resultados de la observación y de los
experimentos. Verdadera o falsa no son términos que convengan a las
teorías si se las interpreta apropiadamente. Henri Poincaré ejemplificó esta
posición al comparar las teorías a catálogos de bibliotecas.
Los catálogos son apreciados por su utilidad, pero sería erróneo
pensar de ellos en términos de verdadero o falso. Lo mismo sucede con
las teorías para el instrumentalista, que exigirá que las teorías
sean generales (cubran bajo su paraguas un amplio conjunto de tipos de observación)
y simples, además de cumplir con el requisito principal de ser compatibles
con la observación y la experimentación...
Lakatos: La crítica y la metodología de los programas científicos de investigación
“Kuhn piensa de otra manera. También él rechaza por completo
la idea de que la ciencia progresa mediante la acumulación de verdades
eternas. Toma su inspiración primaria en la subversión efectuada
por Einstein de la física newtoniana. Su principal problema es también
la revolución científica. Según Popper, la ciencia es
revolución permanente y la crítica es el corazón de la
empresa científica; para Kuhn, por el contrario, la revolución
es excepcional y, sin duda, extracientífica y la crítica, en "tiempos
normales", es anatema. Para él, ciertamente, la transición
de la crítica al compromiso marca el un punto en el cual comienza el
progreso -y la ciencia “normal”. Para él, la idea según
a cual a partir de una "refutación" se puede exigir el rechazo,
la eliminación, de una teoría, es falsacionismo "ingenuo".
La crítica de la teoría dominante y la propuesta de nuevas teorías
son admitidas únicamente en los raros momentos de "crisis".
Esta última tesis kuhniana ha sido ampliamente criticada, y no la discutiré.
Mi opinión es que Kuhn, que se ha percatado del fracaso tanto del justificacionalismo
como del falsacionismo en su intento de suministrar explicaciones racionales
del desarrollo científico, parece ahora recaer en el irracionalismo.
Mientras que para Popper el cambio científico es racional -o, al menos,
racionalmente reconstruible- y de este modo queda incluido en el dominio de
la lógica del descubrimiento, para Kuhn el cambio científico
de un "paradigma" a otro es una conversión mística
a que no está -y no puede estar- gobernada por las reglas de la razón:
pertenece por completo aldominio de la psicologiá (social) del descubrimiento.”
A.J. Ayer: Lenguaje, verdad y lógica.
“Al decir que nos proponemos demostrar´cómo
son confirmadas las proposiciones’, no pretendemos sugerir, naturalmente,
que todas las proposiciones sean confirmadas de la misma forma. Por el contrario,
insistimos en el hecho de que el criterio mediante el cual determinamos la
validez de una proposición a priori o analítica no es
suficiente para determinar la validez de una proposición empírica
o sintética.
Porque constituye una característica de las proposiciones empíricas
que su validez no sea puramente formal. Decir que una proposición geométrica –o
un sistema de proposiciones geométricas- es falsa equivale a decir que
es autocontradictoria. Pero una proposición empírica –o
un conjunto de proposiciones empíricas- puede estar libre de contradicción,
y ser, sin embargo, falsa. Se dice que es falsa, no porque sea formalmente
defectuosa, sino porque no alcanza a satisfacer determinado criterio material.
Y nuestra labor consiste en descubrir cuál es ese criterio.”
W. James: Pragmatismo.
“La importancia para la vida humana
de poseer creencias verdaderas acerca de hechos, es algo evidente. Vivimos
en un mundo de realidades que pueden ser infinitamente útiles o infinitamente
perjudiciales. Las ideas que nos dicen cuáles de éstas pueden
esperarse, se consideran como las ideas verdaderas en toda esta esfera primaria
de verificación; y la
búsqueda de tales ideas constituye un deber primario humano. La posesión
de la verdad, lejos de ser aquí un fin en sí mismo, es solamente
un medio preliminar hacia otras satisfacciones vitales. Si me hallo perdido
en un bosque y hambriento, y encuentro una senda de ganado, será de
la mayor importancia que piense que existe un lugar con seres humanos al final
del sendero, pues si lo hago así y sigo el sendero, salvaré mi
vida. El pensamiento verdadero, en este caso, es útil, porque la casa,
que es su objeto, es útil. El valor práctico de las ideas verdaderas
se deriva, pues, primariamente de la importancia práctica de sus objetos
para nosotros.”
M. Bunge: La investigación científica.
“La ciencia es un conocimiento de naturaleza especial: trata primariamente,
aunque no exclusivamente, de acontecimientos inobservables e insospechados
para el lego no educado: tales son, por ejemplo, la evolución de las
estrellas y la multiplicación de los cromosomas. La ciencia inventa
y arriesga conjeturas que van más allá del conocimiento común,
tales como las leyes de la mecánica cuántica o de los reflejos
condicionados. Y somete sus supuestos a contrastación con la experiencia
con ayuda de técnicas especiales, como la espectroscopia o el control
del jugo gástrico, técnicas que, a su vez, requieren teorías
especiales.”
D. Hume: Tratado de la Naturaleza Humana III, VI
“El recurrir a la experiencia pasada no decide nada en el caso presente,
y lo más que puede probar es solamente que el objeto que produce otro
se hallaba en este instante preciso dotado de un poder tal; pero no puede probar
jamás que el mismo poder debe continuar en el mismo objeto o colección
de cualidades sensibles, y mucho menos que un poder semejante va siempre unido
con iguales cualidades sensibles. Si se dice que tenemos experiencia de que
el mismo poder continúa unido con el mismo objeto y que objetos análogos
están dotados de poderes análogos, vuelvo a hacer mi pregunta
de por qué sacamos de esta experiencia una conclusión que va
más allá de los casos pasados de los que tenemos experiencia.
Si se responde a esta cuestión del mismo modo que a la precedente, la
respuesta da aún ocasión a una nueva cuestión del mismo
género, y así al infinito, lo que prueba claramente que el razonamiento
precedente no tiene un fundamento exacto.
Así, no sólo nuestra razón fracasa en el descubrimiento del último enlace de causa y efecto, sino que aun después que la experiencia nos ha informado acerca de su enlace constante es imposible para nosotros convencernos por la razón de por qué debemos extender esta experiencia más allá de los casos particulares que han caído bajo nuestra observación. Suponemos, pero no somos jamás capaces de probarlo, que debe existir una semejanza entre los objetos de los cuales hemos tenido experiencia y los que se hallan más allá del alcance de nuestro descubrimiento.”
Entrevista a Jesús Mosterín en la revista “Patio De Letras” Año II, Vol. II, N.º 1,2004, Pp. 17-26
“Las dos cosas que quedan de Karl Popper son sus dos conceptos principales:
uno es el concepto de audacia, de no tener miedo a equivocarse, de no tener
miedo a proponer hipótesis atrevidas, aunque posiblemente nos equivoquemos,
en definitiva, de no tenerle miedo al error. El consejo número uno de
Popper es el consejo de no temer el error, de no temer la equivocación,
de no temer hacer el ridículo, sino presentar hipótesis, conjeturas,
lo más generales posibles, lo más audaces posibles, aunque nos
equivoquemos. Naturalmente esto no conduciría a nada si no fuera acompañado
del segundo consejo: que en cuanto esté enunciada la hipótesis
o conjetura, todos la sometamos a una crítica implacable, que todos
hagamos experimentos, observaciones y razonamientos tratando de refutar esto
que se ha ofrecido.
Alex Fernández Muerza
“Jean Marc Lévy-Leblond: contrario a la idea de la neutralidad
de la idea basándose en cuatro puntos:
a) Los científicos, que rechazan la responsabilidad de las consecuencias nefastas de su trabajo, reclaman en cambio elogios y reconocimiento por los efectos positivos;
b) La ciencia sería neutra si fuera una forma de conocimiento puro, al margen de influencias externas, pero existen multitud de intereses que influyen en las investigaciones;
c) Ni la ciencia escapa a las influencias directas de los condicionantes sociales ni los científicos se encuentran al margen de la sociedad, y
d) La idea de neutralidad sería cierta si el balance entre posibles beneficios y perjuicios sería equilibrado, pero las estructuras sociales actuales hacen que los segundos sean más probables”
Arnoldo Mora Rodríguez: Bioética y ciencias médicas (publicado en la Revista Comunicación del Instituto tecnológigo de Costa Rica) http://www.itcr.ac.cr/revistacomunicacion/Vol_12_num1/bioetica_y_ciencias_medicas.htm
"El mas importante resultado o efecto de la revolución científico-técnica
que ha dado origen al mundo moderno, en lo que a la ética médica
se refiere, es el cambio de nuestra concepción de la "naturaleza" incluida
esa naturaleza que es la mas próxima a nosotros mismos, la "naturaleza
humana" que, en primer lugar, es nuestro cuerpo. La principal consecuencia
del saber científico, es el dominio que el hombre ha logrado sobre la
naturaleza. Nunca en su ya larga historia el ser humano, ni ningún otro
ser viviente sobre el planeta, había logrado acumular tal grado de poder
como el logrado por el hombre occidental durante el siglo XX.
Pero lo grave del poder es que es violencia acumulada. De ahí que la ética se ha convertido hoy día en una cuestión de vida o muerte para la especie humana y, quizás, para toda forma de vida sobre la tierra. Hoy tenemos la responsabilidad de cuidar de la vida bajo todas sus manifestaciones como el principal deber que pesa sobre el ser humano, porque en ello está en juego su vida misma. La ciencia misma y su racionalidad el reino de los fines, lo cual quiere decir que la racionalidad ética y, por ende, la responsabilidad del científico, son parte de la racionalidad misma del método científico.
Si en lugar de hablar de la naturaleza como una esclava del hombre, la vemos como una identidad de destino de la especie humana, nuestra actitud cambia. Hoy el destino de la humanidad pende de nuestro reconocimiento de la dignidad de la naturaleza. No podemos, con el ingente poder que nos da la tecnología, seguir tratándola con el desprecio con que la tradición medieval ha tratado al cuerpo humano. Este nuevo enfoque es asunto vital para el futuro de la humanidad, en vista de que el hombre ha triunfado sobre la naturaleza en su lucha ancestral por sobrevivir. Los problemas que hoy nos plantea el desarrollo científico-técnico no son naturales sino producto cultural, de una cultura enajenada que ha mirado tradicionalmente con desprecio a los pueblos periféricos muchas veces tratados tan solo como conejillos de Indias. "
Karl G. Hempel: Filosofía de la Ciencia Natural. Cap. 2. La investigación científica: Invención y contrastación.
“Como simple ilustración de algunos aspectos importantes de la
investigación científica, parémonos a considerar los trabajos
de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal.
Ignaz Semmelweis, un médico de origen húngaro,
realizó esos trabajos entre 1844 y 1848 en el Hospital General de Viena.
Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad
del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver
que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz
en esa división contraía una seria y con frecuencia fatal enfermedad
conocida como fiebre puerperal o fiebre de posparto. En 1844, hasta 260, de
un total de 3.157 madres de la División Primera—un 8´2 %—murieron
de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en
1846, del 11,4. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente
Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban
instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes
por fiebre puerperal era mucho mas bajo: 2,3,2,0 y 2,7 en los mismos años.
En un libro que escribió mas tarde sobre las causas y la prevención
de la fiebre puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por
resolver este terrible rompecabezas.
Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las sometió a contratación.
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a “influencias epidémicas”, que se describían vagamente como “cambios atmosférico-cósmico-telúricos”, que se extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de posparto. Pero, ¿cómo—argüía Semmelweis—podían esas influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de <<parto callejero> era más bajo que el de la División Primera.
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera. Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general de las pacientes.
En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta División. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas mas altas.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda tenia que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acó1ito que hacia sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas y las hacia así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al sacerdote de que debía dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.
A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, yacían de espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez mas, la mortalidad continuó.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la “ materia cadavérica “ que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevo a Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus colegas y los estudiantes de medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad.
Una vez mas, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27 % en la División Primera, frente al 1,33 de la Segunda.
En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis, Semmelweis hace notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad en la División Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres.
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los casos de “parto callejero”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían mayores posibilidades de escapar a la infección.
Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.
Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por “materia pútrida procedente de organismos vivos”.