1. LA ESTÉTICA FILOSÓFICA
2. CONCEPCIONES DE LA CREACIÓN ARTÍSTICA.
3. LA FUNCIONALIDAD DEL ARTE
4. LA CREATIVIDAD
5. EL SER HUMANO COMO ANIMAL SIMBÓLICO
6.BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL ART
7. LITERATURA Y FILOSOFÍA
8. FILOSOFÍA Y MÚSICA
9. Y AHORA ¿QUÉ? ¿ESTÁ EL REY DESNUDO O NO?
1. LA ESTÉTICA FILOSÓFICA
1.1. BELLEZA Y ARTE
El término estética aparece por primera vez en la obra Aesthetica (1750) del filósofo alemán Alexander Baumgarten. Proviene de las voces griegas αἰσθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e -ικά (ica) «relativo a». la traducimos por “percepción”, “sensación”. Baumgarten designaba con este término el estudio del conocimiento sensible, opuesto al intelectual, que incluía la percepción de lo bello. Lo estético tiene que ver, por tanto, con los sentidos, aunque también con la inteligencia y las emociones.
La estética se ocupa de la reflexión filosófica en torno a la belleza y el arte. Su objeto de estudio consiste en determinar qué hace de algo un objeto estético, en qué nos basamos cuando emitimos un juicio estético y qué validez tiene, en qué consiste una experiencia estética, qué la diferencia de otros tipos de experiencias y qué es una actitud estética.
La belleza y el arte han sido estudiados por la filosofía desde sus inicios. Tradicionalmente la belleza ha sido considerada como algo elevado y muy cercano a lo supremo (recordemos la teoría de las ideas de Platón) tanto que su estudio formaba parte de la metafísica. A partir del declive de la metafísica en la época ilustrada, el estudio de la belleza se independizó y se transformó en una disciplina autónoma.
Sin embargo, no existe un acuerdo general sobre el objeto de la estética. Para muchos la estética es la parte de la filosofía que estudia el proceso de creación artística y la experiencia estética que resulta de la recepción de la obra de arte; solo de manera secundaria debe ocuparse de la belleza.
Otros, por el contrario, siguen reivindicando la antigua relación de la estética con la metafísica. Consideran que la belleza desborda el campo del arte al manifestarse en la naturaleza y en las producciones humanas en general.
La belleza producida por el arte, argumentan, no es la única, ni siquiera la primera: se encuentra en la naturaleza y en ella la apreciamos sustanciada en un cielo nuboso, en las plantas, los animales, las personas, las acciones, etc. Desde muy antiguo, como veremos más adelante, se consideró que el arte imita a la naturaleza, es decir, reproduce una belleza que previamente tiene lo natural.
Históricamente a partir del Renacimiento se vinculó el arte con la belleza, aunque el arte contemporáneo de alguna manera trastoca esta relación. Pero indudablemente la estética incluye el estudio de la sensibilidad humana que explique la naturaleza de la experiencia estética. En la medida en que lo bello es también producido –o reproducido– por el arte, la estética también tendrá como tarea el estudio del arte: el objeto artístico, la producción artística (proceso creativo), los tipos de arte y la recepción de la obra de arte.
Al estudiar la belleza, la estética se adentra de un modo u otro en el campo de la metafísica u ontología. Al estudiar el proceso de creación artística y la experiencia estética, la estética se adentra en la psicología y la antropología. Finalmente, cuando el arte expresa determinados contenidos simbólicos o conceptuales, la estética linda con otros campos filosóficos como la ética, la filosofía política, la religión o la teología.
1.2. LA EXPERIENCIA ESTÉTICA
La experiencia estética comienza como experiencia sensorial –aísthêsis-: ver un cuadro, una escultura, escuchar una melodía, etc.
La experiencia estética produce un goce estético: un placer que no procede de la satisfacción de necesidades fisiológicas. En el goce estético mantenemos una distancia respetuosa respecto del objeto: nos detenemos ante él, estableciendo algo parecido a un diálogo: interrogamos a la obra y ella nos interroga, de aquí puede surgir una revelación, y la mera experiencia deviene en acontecimiento y desvelamiento de una verdad, tal como diría Heiddeger.
Además, hace que nuestra voluntad se detenga ante el objeto y nuestra atención quede completamente fascinada y superemos lo cotidiano gracias a la admiración y la imaginación. Según Schopenhauer la contemplación de la belleza, aunque es una experiencia breve, nos sitúa durante un instante en la eternidad de lo ideal y de la verdad.
Por otra parte, tiene un fuerte componente emocional, que puede ir desde el mero agrado hasta el entusiasmo e incluso el éxtasis.
Las emociones características de la experiencia estética son peculiares. Por ejemplo, no es lo mismo la emoción por haber encontrado aparcamiento que disfrutar viendo una buena película o contemplar una espectacular puesta de sol.
La experiencia estética puede darse desde tres perspectivas:
Desde la contemplación como espectador: Kant, Schiller y Schopenhauer la caracterizaron como "contemplación desinteresada". El sujeto debe centrarse en la contemplación pura y desinteresada del objeto, valorándolo en sí mismo. Por eso F. Schiller comparó la contemplación de la belleza con el juego, porque, tanto al contemplar un objeto bello como al jugar, no pretendemos obtener utilidad alguna, sino que se trata de experiencias que tienen valor por sí mismas.
Desde la creación artística: atendiendo a una técnica y a un proceso para lograr plasmar el proyecto. Ya veremos más adelante cómo podría ser el proceso creativo con Poincaré.
Desde la reflexión estética: tratando de comprender el fenómeno la creatividad y la recepción (contemplación) de la obra de arte o la belleza. Esta es la actitud propia del filósofo y de la Estética.
Parece obvio que la experiencia estética va más allá de lo meramente sensorial, requiere también una experiencia intelectual, interpretativa.
La experiencia estética aporta el material imprescindible para el juicio estético, que permite juzgar sobre la belleza de un objeto. Este juicio puede considerarse objetivo, si se cree que la belleza reside en la cosa, o subjetivo, si se considera que la belleza depende del sujeto que la aprecia. Según Kant podemos ponernos de acuerdo en cuestiones de gusto, porque tenemos una especie de sentido común estético del cual participamos todos los seres humanos.
1.3. EL ARTE Y LAS ARTES
Según el Diccionario de la Real Academia Española hay dos principales acepciones relativas al término ARTE:
1. El conjunto de reglas y preceptos necesarios para hacer algo bien --> TÉCNICA
2. Una manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y
desinteresada que interpreta lo real o lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoro.
El término técnica se deriva del griego téchnê, y designa ‘un saber práctico que es capaz de manipular y transformar la realidad material para satisfacer una determinada necesidad’.
Se identifica con la palabra latina ars, que significa ‘imaginar, inventar, proyectar’ y, además, ‘acomodar, adaptar’. De hecho, la palabra arte se usaba hasta hace poco en español para designar la habilidad de la ingeniería para construir un puente o la de la medicina para curar enfermedades, etc.
El arte es una forma específica de técnica, cuya finalidad es la creación de un objeto artificial, capaz de provocar en quien lo contempla una experiencia estética. Ese objeto se denomina obra de arte.
Las técnicas pueden clasificarse según el tipo de necesidades que pretenden satisfacer.
Y, simplificando un poco, clasificamos las artes distinguiendo entre las artes en puras o bellas artes, que responden a necesidades que podemos llamar espirituales y las aplicadas o funcionales, aquellas que, sin dejar de buscar la belleza, satisfacen alguna necesidad material: las artesanías y las artes industriales y decorativas.
En cuanto a las bellas artes, atendiendo al espacio y tiempo, que son las coordenadas en las que podemos percibirlas:
Para finalizar, no debemos olvidar que, desde la más remota antigüedad, el arte ha estado estrechamente vinculado al poder religioso y al poder político: templos, palacios, esculturas, pinturas, literatura y música han contribuido a promover la fe, a exaltar a las élites políticas y a los grandes personajes. Aunque también es cierto que el arte ha ejercido una importante función de crítica respecto al poder y la sociedad de su época.
2. CONCEPCIONES DE LA CREACIÓN ARTÍSTICA
A lo largo de la historia se han dado diversas concepciones de la creación artística:
- El arte como imitación (gr. μίμησις, mímesis) surge con el arte y la reflexión estética en la Grecia clásica. Se concibe la obra artística como representación de la naturaleza, la esencia perfecta o la realidad ideal. La representación figurativa refleja formas armoniosas, y tiene como ideal la belleza y la perfección. Esta concepción se mantendrá en la Edad Media, aunque con un plus de contenido simbólico cuya finalidad es favorecer el acercamiento a Dios y reflejar el orden con el que éste ha dotado al mundo.
- El arte como expresión surge con el Romanticismo en el siglo XIX. Se entiende el arte como un modo de expresión de emociones y sentimientos ante una realidad que trata de imponerse como una carga pesada y claramente perfectible. Aunque se emplea la representación figurativa, ésta puede transformarse al objeto de reflejar el sentimiento y la individualidad del artista. Se exalta la pasión y lo irracional, y su ideal es lo sublime, que transciende lo meramente bello. La figura del artista se concibe como genio atormentado de gran sensibilidad capaz de revelar la profundidad y complejidad del alma humana y la naturaleza.
- El arte como símbolo: El arte comunica contenidos (ideas) a través de símbolos que es preciso conocer y analizar. El vehículo del arte es la evocación. Un símbolo es el receptáculo formal de una idea, sea esta idea superficial o profunda. El símbolo nos conduce a ella. El lenguaje del símbolo no es racional, conceptual y lógico sino intuitivo y evocador, nos conecta por analogía natural con las ideas sin intervención de la razón. Para Gadamer, la obra de arte no es un mero portador de sentido y no sólo remite a algo, sino que en ella está propiamente aquello a lo que remite. Lo simbólico no sólo nos lleva al significado, sino que lo hace estar presente, representándolo. El espectador ha de “enfrentarse” activamente a la obra y ser capaz de conectar con el sentido profundo de la misma.
- El arte como forma, o arte abstracto, es ya una concepción puramente contemporánea que se inicia en las vanguardias del siglo XX. El formalismo reivindica la autonomía del arte respecto de toda representación figurativa de la realidad. Busca crear una obra artística que provoque la experiencia estética sin recurrir a referencias externas: según el teórico de arte alemán Konrad Fiedler, el “contenido está en la forma”. La belleza radica en los elementos formales de la composición.
3. LA FUNCIONALIDAD DEL ARTE
El arte puede cumplir diversas funciones, según la voluntad del propio artista o la interpretación que de la obra haga el público:
- Función didáctica. A lo largo de la historia, las obras de arte se han empleado para transmitir conocimiento. Un ejemplo es el arte egipcio con sus jeroglíficos, y muy especialmente durante la Edad Media, en la que templos y catedrales mostraban a través de esculturas, relieves y vidrieras la historia sagrada y los preceptos cristianos haciéndolos así accesibles a un pueblo analfabeto que sí comprendía las escenas allí representadas.
- Función moral. El arte también ha sido capaz de plasmar la crítica social. Pensemos por ejemplo en literatos del siglo de oro español como como Quevedo, Molier en Francia, o el realismo francés de Balzac o Zola, el español de Galdós. La pintura de el Bosco, Velázquez y Goya, etc. Además, el arte cumple una función catártica, tal como evidenciaba ya Aristóteles, elevando a quien contempla la obra.
- Función política. En primer lugar, el arte ha sido signo de estatus y emblema del poder político. También el arte ha servido y sirve al poder en cuanto a vehículo de propaganda política. Finalmente, el arte en su versión alienadora puede ser un lenitivo que hace olvidar la miseria de la vida cotidiana en sus variadas manifestaciones.
- Función estética. Es la función básica de una obra. Se trata del arte por el arte. Sin embargo, no hay arte que no emerja de una determinada cosmovisión, un contexto filtrado por prejuicios: es raro el artista que pueda situarse fuera de las coordenadas espacio temporales que le han sido dadas desde su nacimiento.
4. LA CREATIVIDAD
Cuando hablamos de arte, nos situamos en el terreno de la experiencia estética, pero toda experiencia estética requiere de un elemento primigenio que la desata. Estamos hablando de la creatividad. Se ha discutido si la creatividad es fruto exclusivo de la inspiración, o es el resultado de una combinación entre técnica y laboriosidad. Hablemos de la inspiración y del proceso creativo.
"El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas, cuando se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y alentándola hacia cantos y toda clase de poesía, que, al ensalzar mil hechos de los antiguos, educa a los que han de venir. Aquel, pues, que sin la locura de las musas acude a las puertas de la poesía, persuadido de que, como por arte, va a hacerse un verdadero poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y posesos. Todas estas cosas y muchas más te puedo contar sobre las bellas obras de los que se han hecho ‘maniáticos’ en manos de los dioses." [PLATÓN: Fedro. 245b]
4.1. LA INSPIRACIÓN
La inspiración puede definirse como una incitación a crear y a hacerlo en un cierto sentido. Esta incitación sería involuntaria: no se produce a discreción del artista. No se puede programar.
Este aspecto no controlable, inconsciente, que parece depender de una instancia superior, ya lo encontramos en la explicación mítica de la intervención oportuna de las Musas, diosas de las artes y las ciencias, hijas de Zeus y de Mnemósyne (la Memoria), que inspiraban a algunos mortales infundiéndoles un saber que luego transmitían a la comunidad. El primer Canto de la Ilíada del divino Homero comienza: “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco muchas almas…”
El concepto de inspiración parece hoy desvanecerse, sin embargo, como artista, siempre aprendiz, y como degustadora de arte, atestiguo que el soplo se produce y resulta una experiencia sublime. …”haberlas, haylas”. Siguiendo a la Gestalt, se trata de una especie de insight que se experimenta tanto en la creación como en la recepción de una obra de arte. Como andaluza hablo de duende que se produce en un momento de una velá flamenca, en un pase del ya fallecido Curro Romero en la Maestranza, en un recital poético, en una sissonne del inmortal Nureyev.
De todos modos, se suele decir aún que una obra es «inspirada» cuando contiene algo, literalmente, un «soplo», un “aura” como decía Benjamin, que la hace excelente o al menos artísticamente relevante.
4.2. EL PROCESO CREATIVO SEGÚN POINCARÉ
El matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) formuló una de las teorías más conocidas sobre el proceso creativo. Sostenía que el proceso de invención o de creación en la técnica o en la ciencia es similar al de la creatividad artística.
Creía que necesitamos un tiempo para crear nuevos conocimientos. El proceso creativo tiene un comportamiento similar al de una fiera enjaulada que espera el momento oportunísimo de salir y saltar. No sólo va referido al tiempo dedicado a la obra, sino que viene a ser como el Tajo, aparece y desaparece, pero está presente, latente, en cada momento que vive el artista, con independencia de si focaliza o no su atención en el trabajo o en cualquier otra actividad.
Consideraba que la meticulosidad y la lógica frenaban la creatividad. La combinación entre el caos (intuición, ensoñación, imaginación) y el orden refleja fielmente el proceso creativo del artista. Gran parte de la importancia que se concede en la actualidad a lo inconsciente referido a la creatividad tiene claros orígenes en Poincaré.
El científico francés ofreció descripciones detalladas de la forma en que realizaba su trabajo matemático, desarrollando también una teoría de la creación que destacaba el papel de los procesos inconscientes.
Poincaré articulaba el proceso creativo en cuatro fases:
- Fase de preparación: se reconoce la existencia de alguna dificultad o desafío y se define el problema que se ha de resolver.
- Fase de incubación: se desarrollan los procesos internos conscientes e inconscientes, en los que se reelabora la información disponible y se generan numerosas relaciones destinadas a encontrar una respuesta.
- Iluminación: se encuentra una solución al problema después de numerosas consideraciones y tanteos frecuentemente insatisfactorios.
- Verificación: fase en la que se somete a prueba la solución encontrada.
5. EL SER HUMANO COMO ANIMAL SIMBÓLICO
La obra artística expresa y nos induce emociones, sentimientos e ideas valiéndose de símbolos.
Ahora bien, estos símbolos no se refieren a algo concreto, a un referente específico, preestablecido por el artista de antemano. Una melodía, por ejemplo, puede provocar distintas reacciones emocionales dependiendo de la persona que la escuche. Se trata, pues, de símbolos no-referenciales. De este modo, el lenguaje estético se distancia del lenguaje científico, que –aparte de servir a otros fines– huye de la ambigüedad y solo admite un único referente para cada uno de los símbolos que emplea.
Gracias a los símbolos podemos elaborar pensamientos, creencias, imágenes y sonidos. Esos símbolos se asocian convencionalmente a una serie de hechos (por ejemplo, una paloma representa la idea de paz). Sin embargo, como ya hemos apuntado, en el arte esa asociación es extremadamente libre: cada persona puede experimentar diferentes sensaciones ante una misma expresión simbólica.
Cassirer, en su obra Filosofía de las formas simbólicas, desarrolla la idea de que el ser humano, a diferencia del animal, utiliza símbolos que le permiten configurar el mundo cultural, y lo capacita para ir más allá de los límites sensoriales, podemos superar las señales y crear lenguajes simbólicos de todo tipo (científico, poético, religioso y estético). De esta forma, la manifestación del espíritu humano se produce siempre en el seno de ese sistema simbólico expresado fundamentalmente en el ámbito del lenguaje, el mito o la religión.
Para Cassirer, a través de estas formas simbólicas, el ser humano capta, interpreta y, de algún modo, se inventa una realidad diferente de la percibida a través de la sensibilidad. Las formas simbólicas pueden ser tanto el «pensamiento mágico» del mito primitivo como los diversos lenguajes (gestual, sonoro, lingüístico-gramatical o estético) que usamos en los distintos niveles de reflexión y comunicación.
Además de símbolos, utilizamos signos –señales que remiten a otra cosa– de forma habitual. A veces, los signos remiten a otros objetos de un modo «natural», es decir, hay una relación de causa-efecto. Por ejemplo, el humo, como signo, es el efecto que nos remite al fuego, la causa; y esa relación entre un signo y lo que él mismo designa será descubierta, tanto por las personas como por los demás animales. Estos signos se llaman naturales.
Ahora bien, el ser humano además de descubrir signos, los inventa. Los signos inventados se llaman signos artificiales, las palabras, las notas, por ejemplo.
6. BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL ARTE.
6.1. LA ESTÉTICA EN LA FILOSOFÍA ANTIGUA
PLATÓN: LA BELLEZA COMO ARMONÍA
La belleza es un concepto fundamental en la filosofía platónica. Es una idea-realidad trascendente y eterna, situada en el mundo inteligible, muy cerca de la realidad suprema: el Bien. Platón concibe la belleza como armonía: orden y proporción de las partes que forman un todo, muy en la línea pitagórica. En el mundo sensible lo Bello es la expresión del Bien, y su virtud consiste en evocar la realidad suprema del mundo inteligible y atraernos hacia él.
Al ser una idea, la belleza es una realidad originaria de la cual todo lo bello del mundo sensible es un mero reflejo; las cosas mundanas participan de ella, pero de modo imperfecto y pasajero; finalmente, todo lo que es bello se deteriora y perece, pero la belleza misma es eterna.
Sin embargo, la actitud de Platón hacia el arte es de desconfianza, y a menudo de abierto rechazo. El filósofo, y no el artista, es el que encuentra la auténtica belleza mediante el ascenso dialéctico. Por el contrario, el artista suele fomentar las pasiones, de modo que la razón se enreda en ellas y en las imágenes artísticas, perdiendo el camino hacia esa verdad.
Lo propio del arte es la mímesis o imitación, un concepto que tendrá desde entonces una gran importancia en la filosofía del arte. Ahí es donde radica la principal crítica de Platón: si la realidad sensible es copia de la auténtica realidad situada en el mundo de las ideas, el artista, al imitar la realidad sensible, crea una copia de la copia, que queda «a triple distancia del ser», con el peligro de que se confunda cuál es la auténtica realidad. De ahí que el artista, según consta en la La República, deba ser expulsado de la ciudad ideal, pues su labor es perjudicial y no sirve a la educación, tarea que tradicionalmente se reservaba en Grecia a los poetas.
No obstante, en algunos pasajes, Platón reconoce el valor de un tipo de artista, el que está inspirado por los dioses y alcanza el entusiasmo (ἔνθεος, éntheos= "poseído por un dios"). El artista poseído por él, puede escapar de esta trampa sensible y apuntar hacia la verdad misma, que es siempre trascendente: “El poeta es una cosa ligera, alada, sagrada; no está en disposición de crear antes de ser inspirado por un dios, que se halla fuera de él, ni antes de haber dejado de ser dueño de su razón…”. Solo este artista, particularmente el poeta, es apto para educar a la posteridad.
Platón critica a los poetas en La República citando a Homero (al que con justicia se le ha llamado «el educador de los griegos») y criticando las narraciones en las se representa a los dioses con atributos y comportamientos humanos atribuyéndoles vicios, pasiones y actos de malvados. Platón consideraba que esto era un gravísimo error y aconsejaba que tales pasajes fueran suprimidos, y los poetas expulsados.
ARISTÓTELES: EL ARTE COMO IMITACIÓN CREATIVA
Aristóteles en su Poética también considera que la labor del artista se caracteriza por la mímesis: el arte imita a la naturaleza. Ahora bien, esa imitación no tiene el carácter peyorativo que tenía en su maestro; sino que la considera una tendencia natural humana, de la que proceden tanto el arte figurativo como la poesía.
La imitación del artista no es una mera reproducción mecánica, sino la imitación de una acción, como ocurre en la tragedia, donde el poeta realiza una imitación del ser humano y de su vida. Uno de los elementos fundamentales de la tragedia es la catarsis, que es el efecto purificador que se produce en el espectador mediante la experiencia de la piedad y el temor presentes en la tragedia.
A diferencia del historiador, el poeta no describe los pequeños detalles que han sucedido, sino que pone en juego su inventiva y crea algo de valor universal. El historiador y el poeta difieren, por tanto, «en que el uno narra lo que sucedió y el otro lo que podría suceder. Por eso, la poesía es algo más filosófico y serio que la historia; la una se refiere a lo universal, la otra a lo particular».
6.2. ARTE Y BELLEZA EN LA EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO
Durante la Edad Media el arte abandonó la perspectiva antropocéntrica: el arte pagano era visto con mucho recelo por la Iglesia, debido a su valoración del cuerpo y de las pasiones. Existía el temor de que el hombre prestase demasiado interés a la belleza terrenal, en detrimento de la belleza espiritual y divina. Por eso toda la estética y el arte medieval adopta una visión teocéntrica: Dios es la Belleza Suprema y todas las manifestaciones artísticas están al servicio de su exaltación: Dios es la medida de todas las artes.
En el Renacimiento el filósofo neoplatónico Marsilio Ficino volvió a poner de moda las ideas estéticas de Platón, Aristóteles y Plotino. Se consideró en el Renacimiento que el arte es el modo más adecuado de acceder a la Belleza Suprema (Platón); que la belleza consiste en la medida y la proporción (Platón y Aristóteles), lo que dio lugar al surgimiento de la perspectiva en pintura; y, finalmente, que la misión del arte es imitar la naturaleza y el hombre (Aristóteles), lo que hizo que surgiesen los retratos y los primeros paisajes.
6.3. FILOSOFÍA DEL ARTE EN LA EDAD MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
Durante el siglo XVII, en pleno Barroco, encontramos una dualidad respecto al tema estético: Por una parte, se valoró más el papel del sentimiento y la emoción en el arte: el arte, si quiere ser bello, debía expresar los sentimientos y emociones del artista y debe suscitar emociones y sentimientos en el contemplador -barroco español-; Por otra parte, se valoró el papel de la razón en el arte: el arte, si quiere ser bello, debe ser puramente formal o racional -barroco francés-.
LA EXPERIENCIA DE LA BELLEZA EN HUME
El representante del empirismo, David Hume y Hutcheson estudiaron por vez primera el papel desempeñado por la imaginación y la fantasía en el arte. Hume enfocó el problema de la belleza desde el punto de vista de la experiencia: lo bello produce placer y lo feo provoca dolor, malestar e inquietud.
Para Hume, la belleza no puede definirse de forma intelectual; solo podemos sentirla. Gracias al gusto o a la sensación captamos el placer que inevitablemente se encuentra unido a la belleza, y el dolor que acompaña a la deformidad. Sus reflexiones abren el camino al Romanticismo que sucede al clasicismo y la estética kantiana.
EL JUICIO ESTÉTICO EN KANT
La experiencia estética que nos brinda una obra de arte requiere de reflexión y nos impele a formular un juicio sobre ella. El proceso que concluye con la formulación de un juicio requiere la intervención de varias facultades cognoscitivas: la sensibilidad, el entendimiento. El proceso se asemeja bastante al de la gnoseología aristotélica:
- Nuestra sensibilidad a través de los cinco sentidos capta un cúmulo de sensaciones.
- La imaginación las ordena y construye una imagen sensible.
- Finalmente, nuestro entendimiento identifica la forma presente en la imagen y le aplica el concepto adecuado. El resultado es la formulación de un juicio.
En un juicio estético, la cualidad que se le atribuye a un objeto (estético) es una cualidad estética, principalmente las cualidades de belleza o sublimidad.
Lo bello no es una propiedad objetiva de las cosas, sino algo que surge de la relación entre el objeto contemplado y nuestro sentimiento de goce. A pesar de este carácter subjetivo del juicio estético, Kant sostiene que es un juicio universal por dos motivos:
- El fundamento del sentimiento de placer estético radica en la armonía que se produce entre las facultades de la sensibilidad y el entendimiento. Esta armonía tiene su origen en la perfección de la forma sensible del objeto estético que es captada por la imaginación y que conduce a una perfecta adecuación con el concepto del entendimiento.
- El sentimiento de placer es subjetivo, pero la armonía de las facultades cognoscitivas que lo produce es universal, igual para todos. Por lo tanto, aunque el juicio estético tenga como origen un sentimiento o emoción subjetivo, puede tener validez universal.
El goce estético se circunscribe al goce que produce la contemplación, y no implica ningún interés personal, de ahí que pueda ser aceptado y compartido de forma universal.
LA VISIÓN ROMÁNTICA: SCHELLING Y SCHOPENHAUER
Los filósofos románticos del siglo XIX consideraron el arte como vehículo de expresión de los sentimientos y emociones del artista. Por eso, valoraron la imaginación por encima de la razón y el entendimiento. La imaginación es concebida como una facultad capaz de captar directa e inmediatamente la verdad y esencia de las cosas. Los filósofos románticos recogieron también la idea kantiana del genio y consideraron que las obras geniales son aquellas que encarnan materialmente un significado espiritual o ideal.
Friedrich Schelling (1775-1854) inmerso ya en la época romántica, rechaza el equilibrio racionalista de la Ilustración, y se sumerge en la experiencia de la plenitud, el éxtasis, lo Absoluto, en una exaltación de la libertad individual y de su capacidad creadora. Solo el poder creativo del arte tiene capacidad para ponernos en contacto con la naturaleza. Por este motivo, Schelling sitúa el arte por encima de la filosofía, que resulta artificiosa frente a la poderosa intuición del genio artístico.
El arte mantiene una relación más original y directa con la naturaleza, y el artista puede captar mejor el misterioso lenguaje de la realidad.
Para Schopenhauer el arte bello debe imitar las ideas puras; valora sobre todo la música, que para él representa la esencia oculta del universo; mediante la música podemos conocer el misterio profundo de la realidad, aunque se trata de una revelación sentimental, que no podemos expresar con palabras. Schopenhauer también adopta la idea kantiana del genio, como aquel individuo que se encuentra por encima del individuo vulgar, y que es capaz de crear obras grandiosas que nos permiten sentir los misterios del universo. Pero Schopenhauer es pesimista: la grandeza de la obra genial no suele ser comprendida por los contemporáneos del artista, por eso es alguien melancólico y solitario.
NIETZSCHE: EL ARTE, UN IMPULSO PARA VIVIR
La visión sobre el arte de Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue evolucionando a lo largo de su vida. En su primera obra, El Nacimiento De La Tragedia (1871), sostiene que el arte puede elevarnos a una realidad diferente. Las tragedias griegas o las óperas de Wagner representaban un modo de arte total, que combinaba las tendencias racionales (lo apolíneo) con las tendencias más pasionales (lo dionisíaco) del ser humano.
Sin embargo, en su filosofía posterior Nietzsche niega que exista un mundo superior al que pueda llevarnos el arte. El único fin del arte, “el gran estimulante para vivir”, es impelirnos a vivir nuestra propia vida, a afirmarla, a aceptarla y crearla pese a su carga de fracasos y sufrimientos. El arte no debe ser ni moralizante ni didáctico, debe posibilitar la expresión de la voluntad de poder en su potencialidad creadora.
Hemos de hacer alusión a la dialéctica dionisíaco / apolíneo, dos categorías que recorren la obra nietzscheana.
Dionisos era el dios del vino en honor del cual se celebraban en la Ática sonadísimas orgías que permitían unirse al dios a través de un estado extático: furor báquico. Dionisos representa así lo más visceral, sensual y pasional de la vida. Apolo, por el contrario, es el dios de la medida, del equilibrio y la razón. Toda obra de arte puede ser identificada mediante estas dos categorías.
MARXISMO Y ESCUELA DE FRACFURT
Para Marx y Engels y, en general, los filósofos marxistas, el arte está estrechamente vinculado a la sociedad, la política y economía de una época. Así, no existen normas de belleza absolutas, sino que los contenidos de la belleza y del arte cambian a lo largo de la historia. El arte expresa las ideas y sentimientos del artista, pero estas ideas y sentimientos están siempre en relacionados con un contexto social determinado y con el cual pueden estar en contradicción o en armonía.
El arte expresa la organización económica de la sociedad, por eso surge al amparo de las instituciones que detentan el poder político y económico, bien sea los hombres libres de la Antigüedad clásica, la Iglesia en la Edad Media, la burguesía del siglo XVIII o las grandes empresas de nuestros días. El arte puede ser, por consiguiente, puesto al servicio de los intereses de las clases dominantes, legitimando su poder.
Frente a este arte que justifica el dominio y la explotación del hombre por el hombre, los filósofos marxistas ortodoxos proponen el Realismo, es decir, un arte que reproduzca fielmente la realidad, incluso reproduciéndola casi fotográficamente; reflejando la realidad fielmente, el arte puede servir de arma de lucha contra la explotación y ponerse a favor de la fraternidad entre los seres humanos.
Los filósofos de la Escuela de Frankfurt, como Adorno, proponen en cambio un arte expresionista y crítico, es decir, un arte que exprese el dolor de la Humanidad sufriente y critique las injusticias sociales. Este arte debe ser disonante, poco agradable, porque debe expresar la fealdad, miseria y contradicciones de la sociedad capitalista moderna.
ORTEGA Y GASSET
A partir de su filosofía raciovitalista, José Ortega y Gasset entiende el arte como expresión de la vitalidad creativa humana, capaz de crear un mundo nuevo, que parte del mundo natural, pero que es diferente de él. Ese mundo que el arte crea está lleno de individualidades, siendo, por tanto, más afín a la vida humana que las verdades universales de la ciencia.
Ortega critica del concepto de mímesis. El arte no imita a la naturaleza, porque la naturaleza suele comprenderse como algo que sigue unas leyes generales. Por el contrario, el arte se acerca a los detalles concretos, cambiantes, peculiares e individuales. No es de extrañar que Ortega sintiese una gran admiración por el arte de las vanguardias. El cubismo, el expresionismo o el surrealismo no se limitan a copiar el objeto que se muestra delante, sino que intentan ofrecer la realidad desde una perspectiva peculiar.
7. LITERATURA Y FILOSOFÍA
Platón, Agustín de Hipona, Gracián, Voltaire, Rousseau, Nietzsche, Camus…, fueron filósofos, pero también grandes escritores. Sus imágenes, expresiones y metáforas (el mito de la caverna, la voluntad general, el eterno retorno…) son algo más que ideas, son creaciones artísticas sin las cuales difícilmente podríamos imaginar el mundo que nos rodea. Además, estos filósofos emplearon –y, en algún caso, crearon– diversos géneros literarios: los diálogos platónicos, la autobiografía de Agustín de Hipona, la novela filosófica de Gracián, los cuentos de Voltaire, los aforismos de Nietzsche…
Pero la filosofía y la literatura guardan otro tipo de interrelación. También hay escritores, no considerados habitualmente como filósofos, que nos dejan reflexiones filosóficas muy importantes. Simónides de Ceos, Calderón, Quevedo, Cervantes, Machado… realizan obras que situamos tradicionalmente en la historia de la literatura, pero que ofrecen ideas dignas de ser estudiadas en un curso de filosofía.
Se puede hablar, por tanto, de una constante interrelación entre la literatura y la filosofía. Algunos de los filósofos más importantes han sido grandes creadores literarios y, al mismo tiempo, notables escritores han destacado por sus profundas ideas filosóficas.
El nacimiento de la filosofía coincide en el tiempo con la aparición de la lírica griega. La filosofía trata de comprender el universo y el ser humano desde una perspectiva universal. La lírica, por el contrario, es expresión del ser humano concreto que vive, siente y piensa. La poesía muestra su peculiar experiencia y pensamiento, pero, al coincidir con la experiencia de otros muchos seres humanos, alcanza también una dimensión universal.
Simónides de Ceos (556 a. C.-468 a. C.) fue un poeta griego de la época clásica. En sus poemas, como en los primeros líricos griegos, tiene una especial relevancia la experiencia del desvalimiento y la precariedad de la vida humana. De su obra solo quedan pequeños fragmentos.
Las Confesiones de Agustín de Hipona (354-430) son la primera autobiografía de la literatura occidental. En ellas narra las peripecias de su juventud licenciosa y la evolución espiritual hasta su conversión. También Descartes, en su Discurso del Método, escribe su autobiografía filosófica centrada en la búsqueda de la verdad y del método.
En la modernidad continúa el giro hacia el interior iniciado por Agustín de Hipona. El individuo tiene que reflexionar para encontrar la verdad y a partir de ese conocimiento, transformar el mundo.
La idea de que la vida es sueño, aparece tanto en la filosofía de Descartes como en el teatro de Calderón. Para este último la vida humana es inconsistente e irreal como un sueño en el que cada uno cumple con su papel en el gran teatro del mundo.
La filósofa andaluza María Zambrano reflexionó ampliamente sobre las relaciones entre filosofía y poesía. Sostiene que tenemos dos formas de acceso al conocimiento: el filosófico y el poético. El conocimiento filosófico busca lo común en el universo, las leyes universales que lo rigen, abstrayéndolas de lo concreto. El conocimiento poético, de otro lado, parte de lo concreto e individual, de las cosas y las personas, con todos sus matices y detalles, sin restricción. Las vivencias plasmadas poéticamente pueden tener un valor universal.
La poesía, afirma Zambrano, es fundamental para la existencia humana, y cubre una necesidad elemental: producir una purificación y un alivio de la angustia que, según ella, está en el origen de la misma metafísica. La poesía transforma y engrandece incluso a quienes no la han buscado, porque supone la reintegración y reconciliación del ser humano consigo mismo.
8. FILOSOFÍA Y MÚSICA
La filosofía ha reflexionado sobre la música desde muy antiguo, ya que se trata de una de las manifestaciones artísticas más relevantes y, a la vez, más presentes en la vida cotidiana.
Los pitagóricos estudiaron a fondo la música y hallaron en ella el claro indicio de que la realidad estaba compuesta por números. En efecto, los sonidos pueden describirse mediante relaciones numéricas. Llegaron a postular la existencia de la música de las esferas, producida por los astros en su órbita en torno al fuego central del universo. La música contribuía a la armonía del alma, nos ponía en contacto con aquello divino que hay en nuestra naturaleza y nos elevaba hacia el orden perfecto del universo.
Platón también concedió a la música una gran importancia, principalmente en la educación, por su capacidad de influir en el alma humana. En la ciudad ideal descrita en La República, Platón propone excluir de la educación de los guardianes aquellos géneros de música que contribuyan a la pereza y a la relajación de las costumbres.
La época romántica apreció profundamente el poder de la música para elevarnos hasta la verdad y lo supremo. El lenguaje musical supera al intelectual que opera con conceptos. Por este motivo, afirma Schopenhauer que “en la música el concepto es estéril”, y que “el compositor nos revela la esencia interior del mundo y expresa la más honda sabiduría en un lenguaje que su razón no comprende”.
La música es para Schopenhauer la expresión de la voluntad que mueve al mundo, y esta solo puede expresarse a través del sentimiento puro.
Para T. W. Adorno la pretensión de alcanzar una música unitaria que libere al ser humano y lo lleve a un plano superior se ha desvaneciendo junto al optimismo de la Ilustración y sus aterradoras consecuencias: guerras mundiales, genocidios, totalitarismos, sociedad de masas alienadas. A partir de ahora solo es posible, según Adorno, una música fragmentaria, como la que representan las tendencias de Arnold Schönberg y Alban Berg. El arte auténtico no es para Adorno el que se muestra complaciente con las contradicciones de la sociedad. El arte no debe ser imitación superficial, sino algo en permanente oposición a la sociedad, lo cual supone una lucha contra las normas existentes.
Al igual que otros autores de la escuela de Frankfurt (Walter Benjamin, Herbert Marcuse…) Adorno afirma que el arte ha de tener una relación dialéctica con la realidad social presente. “El arte no debe jamás garantizar el orden, sino obligar a que surja a la superficie lo oculto bajo esta, y de este modo oponer resistencia a dicha superficie, a la presión de fachada”.
9. Y AHORA ¿QUÉ? ¿ESTÁ EL REY DESNUDO O NO?
Sobre la actualidad del arte, me he quebrado la cabeza, no he logrado llegar más que a conclusiones obvias:
- No todo lo que se expone es arte.
- Lo que se considera arte está muy relacionado con una serie de elementos extraratísticos: colegueo, contactos, influencias, discusiones, de fiestas.
¿Cómo puede esto considerarse arte?” “¿Qué se considera arte?” “¿Todo vale en el arte?” Son solo algunos ejemplos de reacciones a los dos lienzos en blanco del artista Jens Haaning, que le costaron 72 mil euros al Museo de Arte Contemporáneo Kunsten de Aalborg (Dinamarca); a las piezas de fruta y verdura de Karin Sander clavadas en los muros de Arco 2022, pudriéndose con el paso de los días; al vídeo de Wynnie Mendoza cosiéndose la vulva o al plátano de Maurizio Cattelan pegado con cinta adhesiva a una pared de la reputada feria Arte Basel Miami y valorado en 120.000 dólares.
Dice la RAE que arte es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. En ese amplísimo saco hay sitio para un Caravaggio, un Vermeer, un Tàpies o un Duchamp. Pero esto no va de un estilo más o menos abstracto o figurativo, ni de un soporte -lienzo, peana, objeto cotidiano o vídeo-, sino de más factores. Socialmente, “el arte es aquello que la gente entiende como tal, es la decisión de un grupo de personas influyentes, lo que museos y galerías deciden que sea arte”, expone Antonio García Villarán, divulgador artístico. Algo que, según él, está cambiando.
“Antes no podías ir en contra de lo que se exponía aunque te pareciera un timo; ahora, en buena parte gracias a las redes sociales, cada vez más personas se atreven a decir lo que piensan del arte, a decir que, en arte, no todo vale”. Como sucedió el año pasado, cuando las redes ardieron con las críticas a Salvatore Garau y su obra 'Io sono' (Yo soy), una escultura completamente invisible que el artista defendió diciendo que había vendido un vacío (por 18.300 euros) y que el vacío está lleno de energía.
Afirman las malas lenguas que la culpa (o acierto) de que todo quepa en el arte la tuvo, en los albores del siglo pasado, el dadaísmo de Marcel Duchamp, aquel antiarte que pretendía ir contra el sistema haciendo todo lo contrario a lo que promulgaba el arte, aborreciendo la belleza, elevando lo absurdo, buscando la provocación. “Esa vanguardia que no se tomaba el arte en serio a propósito, tuvo tanta fuerza social que los museos la aceptaron como arte y se abrió la veda. Y a partir de ahí, pues todo ya se considera arte conceptual”, añade G. Villarán.
Desde el punto de vista estético y técnico, “una obra de arte ha de cumplir tres requisitos fundamentales: primero, que transmita o represente algo, que mueva las tripas; segundo, que haya maestría, que el artista domine alguna técnica, que haga algo que la gran mayoría de la gente no pueda hacer; y tercero, que la obra sea original, que parta de una buena idea y que sea única”, opina Patricia Pérez Vallazza, restauradora y divulgadora de arte. Aunque este mix puede variar dependiendo de la cantidad predominante de cada ingrediente.
Desde el punto de vista estético y técnico, “una obra de arte ha de cumplir tres requisitos fundamentales: primero, que transmita o represente algo, que mueva las tripas; segundo, que haya maestría, que el artista domine alguna técnica, que haga algo que la gran mayoría de la gente no pueda hacer; y tercero, que la obra sea original, que parta de una buena idea y que sea única”, opina Patricia Pérez Vallazza, restauradora y divulgadora de arte. Aunque este mix puede variar dependiendo de la cantidad predominante de cada ingrediente.
“Para mí, el requisito para que algo sea considerado arte es que emocione. Por eso hay tantas cosas que son arte, porque las emociones son subjetivas”, dice el pintor Pepe Baena Nieto, que reconoce que a medida que ha ido creciendo profesionalmente ha aprendido a abrir la mente y apreciar obras que antes no entendía, “como la sencillez (estudiada) de los bodegones de Giorgio Morandi, que antes no entendía y ahora aprecio mucho más que el hiperrealismo de un Roberto Ferri, porque eso es como ver una fotografía”. Otra artista conceptual, Claudia Pagès, cree, sin embargo, que no todo vale, que en el arte a veces se cuela cierta contaminación abusiva que no es arte, sino oportunismo.
“Parece que nos identificamos más con lo figurativo, porque desde que nacemos, el mundo es figurativo, pero ahí están obras abstractas que se exponen en museos y se venden en subastas aunque las veas como un chiste”, dice Iñigo Navarro. “El arte no es simplemente crear una obra, sino que te den pie a poder crearla. Es, al final, una obra de ingeniería de contactos, influencias, discusiones, de fiestas. El arte es falso hasta que es verdad. Parece fácil pero ponte tú a hacerlo”, concluye.
En 1990, Damien Hirst, un artista conceptual poco conocido por aquel entonces, expuso una caja de cristal con gusanos y moscas alimentándose de una cabeza de vaca podrida en Bermondsey, Londres. Cuentan que cuando el publicista y galerista Charles Saatchi lo vio, se quedó con la boca abierta de asombro. Después la compró y a partir de ahí comenzó una intensa relación de amistad entre ambos, que discurrió entre el palco de los partidos de fútbol del Chelsea y fiestas interminables.
Ello transformó a Hirst, popular por su tiburón tigre sumergido en formol, en uno de los artistas vivos más ricos del Reino Unido, según el Sunday Times Rich List. En este sentido, más allá de que Hirst colocara un tiburón en formol o Cattelan enganchara un plátano a una pared, el caso es que estos artistas consiguieron exponerlos en museos y ferias de renombre. Quizá la obra de arte ya sea el haber logrado eso. O no.
Para finalizar recomendamos encarecidamente la lectura de este trabajo del compañero Salustiano Fernández Viejo: ARTE Y TECNOLOGÍA EN EL SIGLO XX