FILOSOFÍA

LIEBANAMEDIEVAL

1.CRISTIANISMO Y ESCOLÁSTICA PRIMITIVA

2. GRAN ESCOLÁSTICA: TOMÁS DE AQUINO

3. CRISIS DE LA ESCOLÁSTICA: OCKHAM

 

 

RELACIONES FE Y RAZÓN EN LA EDAD MEDIA

La época helenística en la que surgió el cristianismo se caracterizaba por la búsqueda de salvación individual. El sincretismo religioso y el eclepticismo filosófico tratan de dar respuesta a esa búsqueda, al igual que sucede con el auge de las religiones mistéricas (Dionisos, Atis, Osiris, Mitra, etc). Estas coincidían en el culto a un dios sensible que muere y renace. El cristianismo se confunde con una más de entre estas religiones. Sin embargo, el cristianismo tal como hoy lo conocemos es el resultado de un proceso de helenización llevado a cabo por San Pablo. Su interpretación de la figura de Jesús en clave filosófica, llena de elementos de religiones mistéricas, estoicos, neoplatónicos, gnósticos, herméticos, etc., triunfó frente a la visión mesiánica y local de las antiguas comunidades de Jerusalén. A partir del siglo IV con el Concilio de Nicea, se establece lo fundamental de la ortodoxia cristiana.

En el año 64 siendo emperador Nerón, el cristianismo pasa a ser una religión ilícita y perseguida. En el siglo segundo los apologistas tratan de defender al cristianismo frente a los ataques provenientes de la cultura y filosofía paganas. Así distinguimos entre ellos dos grandes grupos caracterizados por su posición respecto al valor de la razón y la filosofía para emprender la defensa de la fe. Los apologistas orientales, como Justino o Clemente de Alejandría, tratan de establecer la continuidad del cristianismo y la filosofía griega, presentado la doctrina cristiana como la verdadera filosofía, que la revelación de Cristo ha conducido a su última perfección. Los apologistas occidentales, entre los que destacamos a Tertuliano, por el contrario, revindican el valor absoluto de la fe, y rechazan la especulación filosófica.

Sin embargo, es Agustín de Hipona quien en el siglo VI-V formulará la relación entre fe y razón de un modo sistemático. Al ser el objetivo agustiniano la comprensión de la verdad única cristiana cree conveniente conjugar razón y fe de la siguiente manera:  La razón ayuda al hombre a alcanzar la fe.  La fe orienta e ilumina a la razón y, por último, la razón contribuirá al esclarecimiento de los contenidos de la fe. De todo esto se desprende que la razón es meramente un medio, un auxiliar de la fe.

Desglosaremos a continuación los grandes hitos sobre las relaciones fe y razón durante el período escolástico y su crisis (desde los siglos XI- XIV).

Comenzaremos con Anselmo de Canterbury, agustino del siglo XI, quien sitúa a la fe por encima de razón afirmando que el cristiano debe complacerse cuando a través de la razón llega a la fe, pero cuando no es posible, lo importante es la fe, la veneración. Su argumento ontológico de la existencia de Dios alcanzó gran trascendencia en la modernidad, aunque también ha sido duramente criticado. También, durante el siglo XI, hemos de destacar la polémica entre dialécticos y antidialécticos: partidarios de la razón y de la fe respectivamente. Los primeros, encabezados por Berengario de Tours consideraron la razón como un instrumento útil para esclarecer los contenidos de la fe. Sin embargo, para los antidialécticos, cuyo principal representante es Pedro Damián, la única verdadera sabiduría es la que obtenemos por la fe, considerando perniciosa la razón, y, en cualquier caso, la razón, la filosofía deben estar al servicio de la fe y la teología respectivamente.

En el siglo XII, Averroes y Maimónides, filósofos árabe y judío respectivamente, consideran que no todo el mundo está capacitado para interpretar las escrituras y comprender su sentido profundo, y precisamente los conflictos entre fe y razón surgen cuando las personas insuficientemente preparadas intentan comprender los contenidos de la revelación más allá de sus capacidades. Razón y Fe son niveles de comprensión que han de mantenerse separados. Ambos intentaron demostrar la existencia de Dios aplicando fundamentalmente planteamientos aristotélicos, sobre todo en el caso de Averroes, el gran “comentador”. 

En el siglo XIII, época de la gran escolástica, Tomás de Aquino, se enfrentó al averroísmo latino, cuya figura más destacada fue Siger de Brabante. Contra estos que defendían la existencia de una doble verdad: una de razón y otra de fe, afirmó que tanto la fe como la razón tenían en común contenidos comunes. La razón podía colaborar con la fe ayudando a la teología a constituirse como ciencia, ofreciéndole sus armas dialécticas. Del mismo modo, al no existir una doble verdad, la fe sirve a la razón de norma extrínseca y en el caso de que la razón llegara a conclusiones contrarias a la fe, el filósofo debería replantear sus razonamientos. Como puede apreciarse, la autonomía concedida por Aquino a la razón es limitada porque reconoce que ha de ser tutelada por la fe, la que en última instancia dice la última palabra.

En el siglo XIV se produce la crisis de la Escolástica. Guillermo de Ockham intenta separar radicalmente fe y razón, a las que considera modos de conocimiento radicalmente distintos. Para este monje franciscano, la fe es suficiente para el creyente a quien las pruebas imposibles de la existencia de Dios, no han de disminuir su creencia. Con la separación radical entre fe y razón, Ockham abre el camino al surgimiento de la ciencia moderna.

No obstante, la polémica fe y razón, sigue sin resolverse satisfactoriamente en la actualidad